Misa en la cuna de la revolución
El Papa, corona a la patrona de Cuba en la ciudad desde la que Castro inició la lucha contra Batista
El calor legendario de Santiago de Cuba no falló ayer al Papa polaco. Desde temprano, el sol de Oriente picó fuerte en las calles de la ciudad, las mismas por donde pasó Fidel Castro hace 44 años en peregrinación armada hacia el Cuartel Moncada, hoy convertido en escuela y gran templo revolucionario. Santiago es una ciudad de símbolos. Aquí están los colegios La Salle y Dolores, las dos escuelas católicas donde el presidente cubano estudió en su juventud. Ambas fueron nacionalizadas en 1961 y hoy son estatales. La basílica de la Virgen de la Caridad, situada en las faldas de la Sierra Maestra, en el pequeño poblado del Cobre, es otro lugar clave para entender lo que pasó ayer en Santiago.Allí están guardadas las reliquias y ofrendas más insólitas: fotos de balseros sonrientes llegados a salvo a Miami, bolsas con tierra de Angola ofrecidas por combatientes internacionalistas, un cálculo de riñón del tamaño de una piedra, la medalla de oro que le fue entregada a Ernest Hemingway al recibir el Premio Nobel en 1954, dos exvotos en forma de figurillasde oro depositados por Lina Ruz, la madre de Fidel y Raúl Castro, cuando sus hijos se hallaban alzados en armas, para que la Virgen los protegiese.
La Virgen de la Caridad del Cobre, que se apareció por primera vez en 1612 o 1613 a los indios monteros Rodrigo y Juan de Hoyos y al niño negro Juan Moreno, de nueve años, cuando navegaban por la bahía de Nipe, tiene una larga tradición guerrera. Los mambises que lucharon por la independencia de Cuba llevaban su imagen al campo de batalla junto a sus armas y machetes Tanta devoción le tenían que al finalizar la guerra de 1898, cuando soldados norteamericanos tomaron Santiago e impidieron a los independentistas cubanos entrar en la ciudad, los mambises hicieron una misa en la ermita de la Caridad en el Cobre. Allí, a 20 kilómetros de Santiago está su santuario desde el siglo XVII, y en 1916 fue declarada la patrona de Cuba por el papa Benedicto XV.
Desde que llegué al Cobre el viernes por la tarde, percibí que algo fuera de lo común iba a ocurrir al día siguiente en Santiago. El celador, Julio César López, estaba nervioso por cerrar las puertas del Santuario cuanto antes, y la auténtica imagen de la Caridad, la que fue bendecida ayer por Juan Pablo II en la plaza Antonio Maceo, estaba guardada bajo llave. Visiblemente molesto César contó que la seguridad quiso hacerle "hasta un chequeo, técnico a la Virgen". "Pero", dijo orgulloso, "el arzobispo no les dejó".
La Virgen partió el sábado a las seis de la mañana de la iglesia del Cobre en medio de una gran movilización organizada por la Iglesia. Era la segunda vez que la Caridad salía del santuario desde noviembre de 1959, cuando fue trasladada a La Habana para ser colocada en el altar que se levantó en la plaza de la Revolución para celebrar la misa de clausura del Congreso Católico Nacional. En aquella ocasión Fidel Castro estuvo allí.
Ayer fue su hermano, el ministro de las Fuerzas Armadas, Raúl Castro, quien -vestido de civil-aguantó el tipo ante la Virgen de la Caridad. Se sabía que la misa de Santiago iba a ser dura. Pero muchos tragaron saliva cuando el arzobispo de Santiago, Pedro Meurice denunció con ásperas palabras la "confrontación con el marxismo-leninismo" como una de las causas del debilitamiento de la Iglesia cubana.
Fue la crítica más afilada y directa que jamás se haya escuchado en la Cuba revolucionaria. Algunos entre el público se miraron las caras con expresión de alucine. "¿Qué ha dicho?", preguntó una señora que confesó ser militante del Partido Comunista. Una parte de los santiagueros que estaban allí, sobre todo los activistas católicos, aplaudieron. Otros discretamente se marcharon de la plaza. Una mulata fondona, salió a escape: "Yo me largo, por si acaso".
Por unos momentos la tensión se sintió casi tan fuerte como el calor que en aquel instante picaba en la plaza, derritiendo hasta al Papa polaco.Pero no pasó nada. La consigna oficial era de la todos estos días: nada de abucheos, ni silbidos, ni gritos de apoyo a nadie.
Desde temprano la radio local había invitado "a cuadros y militantes" a ir a la plaza "con respeto", y la Central de Trabajadores de Cuba había movilizado a todos los empleados de fábricas y empresas estatales para demostrarle al mundo la "unidad" de Santiago, ciudad bautizada desde 1959 como la cuna de la revolución.
El colectivo Tropicana, integrado por más de 300 trabajadores, entre bailarines, técnicos y empleados de administración, fue uno de los que acudió en masa a escuchar a Meurice y al Papa. "Pero vamos a ver, ¿tú eres católica?". La descomunal señora y primera bailarina se lo pensó y dijo: "En eso estoy, mi amor".
Muchos santiagueros habían llegado a la plaza Antonio Maceo atravesando el centro de Santiago y la calle Aguilera, donde está el antiguo colegio jesuita de Dolores, que hoy es sala de conciertos y escuela secundaria. Allí estudió F¡del Castro varios años antes de marchar a La Habana y luego al exilio. Cerca, en el barrio Sueños, está el Cuartel Moncada, que todavía conserva balazos heroicos en su fachada. Al terminar la misa, un santiaguero volvía por allí pensativo hacia su casa. "¿Qué te ha parecido?", pregunté. Se detuvo un momento. "Voy a esperar a ver mañana lo que pasa en La Habana para hacer el juicio final", contestó. Y siguió caminando.
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