El sospechoso
Será interesante ver a Clinton despedido por adúltero. Es un delito que parece antiguo, y lo es, pero se sale del orden, y Estados Unidos es un país donde las libertades sólo existen dentro de un cuidadoso orden. Quien se sale de él tiene que ocultarse, pasar a la clandestinidad; a renegar y pedir que calle a todo el que lo sepa. Ahí empiezan a aparecer más y más delitos. Cuando se es presidente de Estados Unidos se tiene un poder sobre todos: de forma que complicidades y silencios parecen conminatorios y son más delitos. Más, si todo pasa dentro de la Casa Blanca: templo del orden. Hasta que la justicia se pronuncie, todo serán presunciones. La presunción de inocencia es otra trampa del orden: desde que alguien es presunto delincuente, deja de tener el amparo de la inocencia supuesta.Quizá baste con que el presidente sea procesado para que tenga que dejar el cargo. Existe el impeachment. Literalmente, impedir; trabar los pies de alguien para que no pueda moverse. Legalmente,- acusar de algo a un funcionario público. Fue la fórmula para impedir que Nixon siguiera siendo presidente. Por bribón, por sinvergüenza. En este caso las personas como yo, hombres y mujeres, sentimos proximidad: por el delito de amor o de sexualidad. Nadie se escandalice: no hago referencia al primer asunto por el que se le persigue, un posible acoso sexual, cuando era gobernador, a Paula Jones. Este es otro, aunque lo saque el mismo fiscal: un amor con la chica Lewinsky, becaria en la Casa Blanca. Compartido. No era menor, ni siquiera empleada a la que coaccionar: era, en términos de delito, cómplice. Compañera. La mala del caso -buena, para el orden- fue la secretaria Tripp, que por orden del fiscal lo grabó todo. Llevaba un micrófono oculto y suscitaba confidencias, las grababa y las entregaba. Vaya personaje indeseable.
Hay algunas lecciones. Una, que el presidente de Estados Unidos puede ser llamado por la justicia y sometido a interrogatorios -el último, por el caso Jones, duró seis horas-; luego la justicia es igual para todos. Otra, que la exhibición de igualdad ante la ley puede ocultar la desigualdad conocida; una tercera, que es difícil que Paula Jones haya llevado adelante su caso, denunciado años después de cometido, si no esperase algo, o si no estuviese subvencionada por alguien, o sea, el Partido Republicano. La cuarta, en fin, que hay un acoso contra los políticos por parte de otros políticos que resulta sucio.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.