La Fundación Gorbachov advierte que Rusia camina hacia la dictadura y el caos
El actual sistema de poder conduce a Rusia al caos y la dictadura. Ésta es la alarmante conclusión de un estudio elaborado durante dos años por la Fundación Gorbachov que presentó ayer en Moscú el último presidente de la URSS. Gorbachov aseguró que no es "un muerto viviente" y que desilusionará a quienes quieren verle "escondido, esfumado o en el extranjero".
"A quienes me dicen que me calme, les digo que no me calmaré. Mientras pueda, participaré en los procesos que pueden sacar a Rusia de esta situación", afirmó el impulsor de la perestroika, de 66 años, "hombre de la década de los ochenta" para la revista Time y humillado, con un 0,5% de los votos, en las elecciones de 1996.Rusia está en grave peligro, asegura en el informe, resultado de estudios demoscópicos y de simposios en los que participaron más de cien expertos. Este Gobierno, añade, sólo tiene dos caminos si no cambia el rumbo de su radical política económica liberal: utilizar métodos autoritarios haciendo caso omiso de la resistencia de la población, o recurrir a maniobras que aplacen el colapso "otro año, otro mes u otra semana".
La vía autoritaria está limitada por la debilidad del Ejecutivo y la falta de apoyo social, dice en el estudio. El Gobierno es incapaz de hacer cumplir sus decisiones, de recaudar impuestos o pagar los salarios, mientras sigue vendiendo la riqueza nacional. Otra vuelta de tuerca "podría conducir a una ruptura total y hacer ingobernable el país, que se desintegraría en regiones con autogobierno o independientes". La segunda opción, la de gobernar día a día, sin mirar al mañana, supone también un riesgo enorme de "desintegración, catástrofes industriales y crecientes deuda exterior y dependencia política, con la perspectiva de una pérdida irrevocable del estatuto de gran potencia".
El informe, titulado Los intereses nacionales y los problemas de seguridad de Rusia, llega a la conclusión de que "el interés nacional de Rusia requiere un cambio de la política actual", sin el cual "no puede haber ninguna esperanza de la estabilidad política, la integridad del Estado, una defensa fuerte, independencia económica y un estatuto internacional adecuado".
Tal como están las cosas, se considera altamente improbable que haya un cambio para mejor antes de las elecciones presidenciales del 2000, en las que, si Yeltsin cumple sus reiteradas promesas, no volverá a ser candidato.
Sin embargo, ésta es una opción que aún no se ha cerrado del todo, como refleja que, ayer mismo, el vicejefe de Gobierno Borís Nemtsov, hasta hace poco considerado el delfín del presidente, afirmase que un tercer mandato del actual líder del Kremlin "tendría el más favorable de los impactos sobre Rusia".
En el estudio, elaborado con el apoyo financiero de la corporación norteamericana Carnegie, se asegura que Rusia podría empezar a salir del pozo si un líder centrista gana en las urnas y si se enmienda una Constitución que da excesivos poderes al presidente y si se forma un Gobierno responsable ante el Parlamento.
Gorbachov quiso, pese a todo, mostrarse moderadamente optimista a medio plazo, si bien dijo que teme que haya que pagar "un alto precio para moverse en la dirección de una Rusia grande, democrática y abierta al mundo". "Ya no me queda ninguna ilusión respecto a Yeltsin", aclaró. Tampoco las tiene depositadas en el equipo de reformistas radicales personificado en Nemtsov y Anatoli Chubáis, cuya época, dijo, "ya ha pasado".
En los seis últimos años, añadió el ex presidente, se eliminó toda posibilidad de crear una clase de pequeños y medianos empresarios, se abrió una economía sin capacidad para competir y se destruyó el tejido productivo mientras aumentaban masivamente las importaciones y se recurría a los créditos internacionales que hipotecan el futuro del país. Este endeudamiento masivo supone una amenaza a la seguridad nacional.
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