Decenas de miles de cubanos se agolpan en las calles para recibir a Juan Pablo II
Convocados por la fe católica o revolucionaria, movidos muchos por la curiosidad o el despertar de la religiosidad, decenas miles de cubanos se agolparon ayer en las avenidas de La Habana para recibir al Papa. El día amaneció luminoso, mitad azul eucarístico, mitad rojo revolucionario. Juan Pablo II aterrizaba a las cuatro de la tarde (hora local), en el aeropuerto José Martí, muy cerca del ribazo de palmeras donde Emilio, un cubano de plantón desde las diez y media de la mañana, confiesa una emoción nunca sentida. "Esto es lo más grande que me ha sucedido en la vida".
Los dos canales de la televisión cubana retransmitieron en directo el aterrizaje del avión pontificio, y el primer encuentro del obispo de Roma con el líder revolucionario, con el comandante barbudo escolarizado en los jesuitas que bajó de la Sierra Maestra en 1959 con un rosario en el cuello, y dos años después declaró el ateismo del Estado. "¿Es cierto que el Papa trae el bolsillo lleno de condones?", se reía en Rancho Boyeros un grupo de colegiales, ajenas ellos y ellas al culto y la creencia. "Dicen que está contra el aborto y el divorcio".Vitoreado por los católicos hasta el delirio, saludado con respeto o cierto canchondeo a veces por algunos miembros de las agrupaciones ateas presentes, arribó el Papa a la capital de Cuba coincidiendo con los llamamientos de las radios oficiales a la población a desarmarse aun teniendo licencia para portar armas de fuego, y los recordatorios de cumplir con la prohibición oficial de no portar cuchillos, ni objetos cortantes.
Acompañado por el arzobispo de La Habana, monseñor Jaime Ortega Alamino, Juan Pablo II correspondió los "vivas" de la muchedumbre desde el interior de las cristaleras del papamóvil. Al vehículo le seguían dos mercedes descapotables. "Se siente, se siente, el Papa está presente", "Papa, amigo, Cuba está contigo".
Corresponsales extranjeros, peregrinos, medio millar de exiliados de Miami, hasta 10.000 los viajeros llegados de fuera, siguieron la entrada del Papa en el país. El Pontífice recorrió las misma calles que Mijaíl Gorbachov conoció en 1989 durante la masiva bienvenida revolucionaria de aquel año al dirigente soviético de la apertura, cruzó los mismos quince kilómetros que separan el aeropuerto y del barrio de Miramar, hasta llegar la Nunciatura, donde dormirá los cinco días de su estancia en la isla.
El escritor colombiano, Gabriel García Márquez, entre otros notables, acudió a la terminal, tomada por la policía uniformada y secreta, y la prensa gráfica, que había sido convocada al lugar con cuatro horasde antelación.
Reconciliación nacional
Las hileras que saludaron el paso de la comitiva, los estandartes de Cuba y el Vaticano, las banderitas nacionales enarboladas por unos y otros, simbolizaron de alguna manera el sentido que la Iglesia católica ha querido dar a la visita: la reconciliación nacional.Miembros del partido, seminaristas, laicos o escépticos compartieron aceras, avenidas y cruces, altas dosis de ansiedad. "Esto es emocionante, la visita es un beneficio para el pueblo y la va a dar ánimo", se maravillaba una oronda exiliada, en Cuba desde el martes, pasajera de un vuelo de la archidiocesis de Nueva York.
Las bienvenidas escritas, los retratos colgados de las farolas de las principales vías sustituyeron las consignas revolucionarias. "Los principios no son negociables", advertía uno de los lemas almacenados.
Vestidos con camisetas azules y gorritas adornadas con la imagen del Papa, un pelotón de católicos se confesaba espectante. La Iglesia organizó su propia manifestación y convocó a la feligresía por parroquias, citándolos en los puntos del tránsito papal. La grey domiciliada en los barrios alejados fue acercada en camiones alquilados por el Gobierno tras varios meses de negociaciones, trabas, y tiras y aflojas.
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