_
_
_
_
EL PAPA, EN CUBA

¡Bienvenido al reino de la ecasez!

Muchos cubanos creen que la visita papal acabará con el racionamiento de los alimentos y de las libertades

Juan Jesús Aznárez

La estampa del Sagrado Corazón de Jesús que cubre de sepia y contrarrevolución toda la fachada de la Biblioteca Nacional limita con la sede del Ministerio del Interior, el cuartel general de las Fuerzas Armadas, la silueta de Ernesto Che Guevara y el asombro de la militancia comunista. "¡Pero qué grande es esto, caballero! iMírenlo ahí, a Dios, en la Plaza de la Revolución; y luego dicen que la Revolución no cambia!" Cambia para perdurar como tal, pugna por sobrevivir con una limitada apertura a la inversión extranjera, y recibe hoy al Papa entre expectante y curiosa.Pero la histórica visita no será mensurable a corto plazo. Su principal trascendencia está en el futuro. El sucesor de Pedro pasará al olvido en el imaginario de la mayoría de los cubanos de no llegar con varias canastas de panes y frijoles bajo el brazo, apuesta Alcides, miembro del Partido Comunista Cubano (PCC), confeso devoto de santa Rita en estas fechas de advenimiento. "iAh!, y también tengo mi brujero".

Juan Pablo II llega a un país de 11 millones de habitantes mortificados por una prolongada escasez, con una parte de sus gentes sufriendo con desesperanza las penurias físicas y anímicas propias del desabastecimiento, y dividido entre los tenedores de los dólares y los que ansían esa condición. El abatimiento de muchos disparó las expectativas. Creen que Wojtyla habrá de poner coto al racionamiento, clamará en la Plaza de la Revolución por las libertades, doblegará las resistencia de Fidel Castro a concederlas y logrará que en pocos años Cuba prospere en democracia.

El Papa viene a sembrar en tierra fértil, anuncian los católicos. "Algo trae el polaco", se oye en la calle. Llega Juan Pablo II a una nación sin apertura política a la vista, aparentemente prietas las filas de la militancia comunista y en la puerta de salida del abismo vivido pocos años atrás con un discreto crecimiento de 2,5% en el Producto Interior Bruto.

Cuba presenta, sin embargo, unas finanzas vapuleadas por los imposibles y las atrofias del modelo económico, el endeudamiento externo, las trabas comerciales del embargo estadounidense y las dificultades crediticias. Cuba sólo tiene acceso a préstamos a corto plazo, generalmente un año, con intereses altos, entre el 13% y el 15%. Debe al Club de París del orden de los 11.000 millones de dólares (1.6 billones de pesetas). A Rusia, unos 28.000 millones de dólares. "Creo que nunca se pagarán pero ahí están, en los libros", dice una fuente oficial.

El diputado Osvaldo Martínez, presidente de la Comisión de Asuntos Económicos de la Asamblea Nacional, atribuye el deterioro de la situación a una serie de adversidades difícilmente repetibles. "Suponíamos que la ley Helms-Burton continuaría encareciendo y demorando los créditos, pero no podíamos suponer que la producción de azúcar alcanzara pobres resultados, que nos azotara el huracán Lilly dejando en siete provincias serios 'daños en la caña, plátano y otros cultivos, y que la reducción mundial de precios del azúcar y níquel empeorará sensiblemente nuestra relación de intercambio".

A repartir las culpas entre Estados Unidos, Lilly, los precios o los fracasos revolucionarios, los apuros de la sociedad cubana son de envergadura, y adquirieron una nueva dimensión desde la legalización del manejo de los dólares, decidida hace cuatro años.

Las remesas familiares procedentes de Miami, España u otros países -unos 600 millones de dólares (unos 90.000 millones de pesetas)- los ascendentes ingresos por turismo -en torno a los 400 millones- y el chorro salido de las corporaciones, empresas extranjeras y hoteles benefició en 1997, intermitentemente, a un 49% de la población, según datos oficiales.

"Hace 10 años, la sociedad cubana era relativamente igualitaria no había el fenómeno de la estratificación que hay ahora. La sociedad se ha dividido en dos grandes grupos. Un 20% logra sobrevivir con más éxito porque están vinculados a la economía dolarizada", sostiene en su domicilio de Miramar Elizardo Sánchez Santa Cruz, responsable de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional. "Pero hay un 80%, según mi estimación, cada día más pobre. Se da el fenómeno tan criticado en América Latina y otros lugares como efecto de las fórmulas neoliberales. Crece la brecha entre los que son cada días más pobres y los que son cada día relativamente más ricos. Más que milagros necesitamos cambios y una generosa ayuda internacional".

Paralelamente a la entusiasta degustación de un escabeche de pargo en un paladar capitalino (comedores privados autorizados), un periodista cubano recordaba el reciente pasmo experimentado en un restaurante frecuentado por turistas y empresarios extranjeros. Se acercó a su mesa la trova animadora del local, un trío de guitarras y maracas, y el reportero alzó la vista. "Uno de ellos era el jefe del departamento de Marxismo de la Universidad de La Habana. Las propinas en dólares eran mayores, al cambio, que su sueldo en pesos de profesor".

Esa circunstancia causa la fuga de profesionales hacia los ámbitos o sectores donde imperan los salarios y propinas en divisas, promueve el fenómeno de las jineteras y de los turistas qué las requieren en un bullicioso ayuntamiento del hambre con las ganas de comer, crea contradicciones y la obsesión por el dólar, moneda que marca también la referencia en la fijación de los precios de productos vendidos en pesos cubanos.

Anita tiene 24 años, es maestra y revolucionaria. "Y voy a seguir siéndolo pese a todo, pero gano menos de 10 dólares al cambio. No llego a las cosas, me desanima, y la educación de nuestro país se resiente. Fidel tiene que solucionar esto".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_