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El principal imputado por el secuestro y muerte de Anabel Segura inculpa a su mujer en el crimen

Alguien miente. O Emilio Muñoz Guadix o su esposa, Felisa García Campuzano, faltaron ayer a la verdad en el juicio que comenzó en la Audiencia Provincial de Toledo por el secuestro y asesinato de Anabel Segura. Muñoz, autor material del secuestro de la joven junto a su amigo Cándido Ortiz, aseguró que "la orden de ejecutar a Anabel" partió de su esposa. Ésta, que siempre sostuvo que no supo nada del secuestro hasta que su esposo se lo confesó al día siguiente del crimen, atribuyó al despecho la acusación de su marido y padre de sus cuatro hijos, del que se encuentra en trámites de separación.

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Nunca antes Muñoz, un transportista de 38 años, había inculpado con tanta vehemencia a su esposa en la muerte de Anabel Segura, la joven de 22 años secuestrada el 12 de abril de 1993 cuando hacía footing en La Moraleja, una lujosa urbanización situada al norte de Madrid. Ayer, ante el tribunal, Emilio intentó deshacer los indicios que le sitúan como el cerebro del secuestro y endosó la responsabilidad a su esposa. Según él, la idea de retener a alguien acaudalado la gestaron él, su esposa y su amigo de la infancia Cándido Ortiz Añón, El Candi, tercer procesado en esta causa.Según Emilio, Felisa debía encargarse de la manutención de la víctima mientras él y su compinche cobraban el rescate. Contó que el mismo día del secuestro, mientras El Candi vigilaba a Anabel, fue a Pantoja (Toledo) a decirle a Felisa que ya habían secuestrado a la chica y demandarle instrucciones. "Ella se negó a cuidarla y entonces dijo que si queríamos que la ejecutásemos", relató.

Luego regresó al lugar donde El. Candi retenía a Anabel -una vieja fábrica de ladrillos en un descampado a un kilómetro de Pantoja- y, según Emilio, acordaron matarla. Había visto sus caras y no sabían qué hacer con ella: "Entre los dos, la ahorcamos".

El testimonio de Emilio quedó en entredicho de inmediato. Cándido Ortiz, fontanero de profesión hasta su detención, comentó al tribunal: "No sé por qué Emilio dice eso. Aquella noche él jamás se ausentó de allí, ni fue a Pantoja ni nada...". Felisa también desmintió a Emilio: "Lo que dice es por venganza, porque estoy separándome de él".

El fiscal reclama para Muñoz y Ortiz sendas penas de 26 años y seis meses de prisión por asesinato (20 años), detención ilegal (seis años) y tentativa de estafa (seis meses, por intentar cobrar el rescate de 150 millones a la familia Segura a cambio de la supuesta liberación de Anabel). Para Felisa García se piden tres años y seis meses por encubrimiento e intento de estafa. Actualmente está en libertad condicional.

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Tanto Muñoz como Ortiz reconocieron que el móvil fue "el económico": habían comprado sendas casas, las deudas les atosigaban y decidieron perpetrar un secuestro. Eligieron La Moraleja porque Emilio, que trabajó como repartidor de paquetes, conocía la zona. "Emilio me propuso secuestrar a alguien y acepté, pero nunca imaginé que hubiera que matar a nadie", precisó El Candi.

Secuestraron a Anabel al azar. La chica hacía footing por un camino cercano a la urbanización, detuvieron a su altura la furgoneta en que viajaban y la introdujeron a la fuerza en el vehículo. El Candi se quedó al volante. Eran las 15.00 del 12 de abril de 1993. El jardinero de un colegio cercano oyó los gritos de Anabel y vio salir a toda velocidad una furgoneta blanca.

"En ese momento", declaró El Candi, "le dije a Emilio que lo dejáramos, que nos habían visto; pero él se negó". Durante las seis horas que duró el encierro de Anabel tumbada en la parte trasera de la furgoneta, los secuestradores recorrieron más de 300 kilómetros por la sierra madrileña. Se les acabó la gasolina cerca de Ávila. Mientras Emilio custodiaba a Anabel, el fontanero se acercó a pie hasta una gasolinera y volvió con una garrafa de combustible. "Si dice usted que desde el primer momento quiso desistir y liberar a la chica, ¿por qué no aprovechó esa ocasión para hacerlo?", inquirió Rafael Escuredo, abogado de la familia Segura. "Porque Emilio me amenazó y le tenía mucho miedo", fue la respuesta.

Muñoz aprovechó el trayecto para sonsacar a Anabel la situación económica de su familia. "Ella colaboró y me dio el teléfono de sus padres", confesó Emilio. Pasadas las 21.30 llegaron a la vieja fábrica. Antes de bajar a la joven de la furgoneta, la ataron de pies y manos y taparon su boca con cinta adhesiva. Anabel fue estrangulada y su cuerpo arrojado a la fosa donde fue hallado dos años y cinco meses después.

Felisa García, acusada de imitar la voz de Anabel en una cinta que su marido envió a la familia Segura dos meses después del secuestro para hacerles creer que la chica seguía con vida, fue la última en declarar. Afirmó que la noche del 12 de abril de 1993 notó raro a su marido. "Llegó tarde y con las botas llenas de barro. Le pregunté qué había pasado y me dijo que había pinchado con la furgoneta en un barrizal. No cenó, subió al dormitorio y se cambió de ropa". "Al día siguiente", agregó Felisa, "vi pelos rubios en su ropa. Había oído en las noticias que habían secuestrado a una muchacha en Madrid, y me quedé mosqueada. Le pregunté si él tenía algo que ver, y me dijo que sí. Dijo que la tenía bien guardada y que no volviera a preguntarle".

Según Felisa, no denunció entonces el secuestro "porque tenía mucho miedo a su marido", y añadió: "Una noche me llamó y me dijo que tenía que grabar una cinta imitando la voz de Anabel. Me negué, pero me amenazó con un cuchillo". Fue entonces cuando Emilio le confesó que la joven estaba muerta.

También declaró ayer una ex reclusa, llamada Nazaria, que compartió cautiverio con Felisa García tras su detención. Nazaria sostuvo que Felisa le comentó que su marido no la había forzado para grabar la cinta. La abogada de Felisa, Piedad Jara, expuso al tribunal la retahíla de antecedentes penales de esta interna y leyó cartas privadas en las que Nazaria defendía la inocencia de su cliente.

Hoy declararán parte de los peritos médicos que han examinado a los acusados (y que ayer avanzaron a este diario que ninguno sufre trastornos mentales) y los policías que participaron en la búsqueda de Anabel.

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