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La Iglesia. cubana rebaja las ilusiones políticas abiertas por la visita papal

Juan Jesús Aznárez

Tratando de evitar las frustraciones de quienes esperan que el Papa promueva cambios sustanciales en Cuba, la Iglesia católica ha advertido a la feligresía que el alcance de la visita pontificia es fundamentalmente pastoral, y no cabe atribuirle intenciones políticas. La diócesis de La Habana, de todas maneras, ha distribuido entre las parroquias una significativa precisión sobre el apostolado de Juan Pablo II en la isla: rezará por todos los cubanos, católicos, cristianos de otras confesiones y no creyentes, por los presos y exiliados, por los enfermos y ancianos, y por los gobernantes "necesitados de la luz del Altísimo para cumplir sus responsabilidad de llevar al país por caminos de justicia, libertad y de paz". "Nadie debe esperar una visita distinta", subrayan los folletos eclesiales.

Poco antes de celebrar misa en el barrio del Vedado, el padre Manuel Uña, superior de los dominicos, se manifiesta solidario con las vibraciones del pueblo: "Vive momentos de esperanza, de esperanza gozosa". En una estancia contigua varios fieles han preparado 120.000 banderitas de Cuba y la Santa Sede. Alude el dominico a la intensa felicidad de las vísperas, siempre las fechas más dichosas. "Después, a lo mejor, lo que esperamos de víspera no se da. No sabemos. La visita es eminentemente pastoral y así se lo hemos dicho a los feligreses. A veces, una fe deformada puede esperar cosas, pero el Papa no puede todo".El despertar de las conciencias, citado por Uña, la nueva curiosidad por las sotanas y los púlpitos entre la juventud más desesperanzada o inquieta, se traduce en un "considerable" aumento de las familias que bautizan a sus hijos, solicitan misas de difuntos, o veneran los crucifijos, y en la mayor presencia en templos y confesionarios. También en el ánimo de los catequistas, entusiastas progandistas de la fe católica desde abril, puerta por puerta. "Con amor y respeto, 76 seglares nuestros dicen a la gente 'Dios te ama". Pero sin acceso a los medios de comunicación, sustituidos por modestas publicaciones diocesanas, la evangelización es ardua.

Temerosos aún de las reacciones oficiales o la denuncia vecinal, evocando las persecuciones familiares sufridas durante muchos años, algunos practicantes prefieren el anonimato. En torno a los 150.000 asisten a misa. La mayoría de los consultados se identitica admitiendo que desde la audiencia del Papa a Fidel Castro en el Vaticano la distensión se acentuó.

Desvíos ideológicos

Jorge, 26 años, laico, así lo cree. "Antes, los directores de las escuelas te preguntaban si eras religioso o no. Quise estudiar cibernética y no pude. Me consideraban un desviado ideológico. Ahora curso diseño gráfico en la universidad, saben que voy a misa y nadie me pregunta nada. Ya no te crean tantos problemas". De niño, a los ocho años, se quebraba cuando, del brazo de su tía, acudía a misas o rosarios. Miraba a uno y otro lado, procuraba no ser reconocido por sus compañeros de colegio, y le resultaban temibles las broncas de una de sus maestras. "Si ibas a la Iglesia te echaba candela. No hay derecho a que un niño sufra todo eso. No tiene culpa de nada". Alejado de la religión en la primaria, regresó a los 21. "La familia, su ejemplo y la vida me hicieron acercarme a Dios".El paso del tiempo, la conciliadora estrategia de la Iglesia católica, que reclamaba más libertad manifestándose contra el embargo norteamericano y las propias conveniencias oficiales acercaron al Gobierno y a la Conferencia Episcopal de Cuba. En 1986, la Iglesia celebró el Primer Encuentro Eclesial Cubano, e instó a la grey a un compromiso orante, encarnado y evangelizador, adaptado al terreno. En 1991, después de 30 años de ateísmo y discriminación, el IV Congreso del Partido Comunista Cubano aprueba el ingreso de creyentes en sus filas, y un año más tarde, una enmienda constitucional declara el carácter laico del Estado cubano. Para entonces los católicos habían renunciado al activismo contra la revolución, proponiendo el diálogo en solución de los acuciantes problemas nacionales. El Gobierno, por su parte, abría la mano, y arrumbó las incendiarias proclamas de los sesenta. "Con Cristo o contra Cristo", decía una.

Esperanza contenida

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"Es una cosa maravillosa la visita del Papa", piensa Adela, 60 años. "Es lo menos que podíamos esperar después de lo que hemos pasado. Yo nunca renuncié. Todos mis cimientos son católicos. Mi fe siempre fue la misma, aunque me he tenido que contener mucho". Adela es de misa diaria. "Me siento bien entre estas paredes". ¿Y usted cree que va a cambiar políticamente Cuba con el Papa? "Dios lo permita", responde.Fray Jorge Antonio Cruz, 26 años, salido del Seminario Diocesano hace dos años, aguarda tiempos mejores. "Que venga a hablarnos de Dios es bastante. Que venga a confirmar nuestra fe en Cristo y María que nos traiga esperanza. Eso es suficiente". El fraile no desconoce la ansiedad de muchos cubanos, que esperan al obispo de Roma como a una suerte de libertador. "Pero en realidad el Santo Padre no viene a nada de eso. Los cambios deben producirse en el corazón de la gente". Eduardo, 19 años, seminarista, convoca a sus compatriotas: "Si el cubano no busca la libertad, nadie la va a traer. La gente piensa en lo que pasó en Polonia, cuando el Papa combatió el comunismo, o en Haití. Bueno, veremos, quién sabe. De todas maneras tengo miedo que las expectativas no se cumplan, y que la gente se sienta frustrada".

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