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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Suharto, cuestionado

LAS CRISIS financieras asiáticas han puesto de relieve un vacío de liderazgo político en Indonesia. Crecen las voces de la oposición, pero también entre los militares, para que el presidente Suharto -prácticamente desaparecido en esta crisis- ponga fin a sus 32 años de mandato. Por vez primera en tres décadas es posible un cambio en ese complejo país de 200 millones de habitantes, cuya estabilidad es decisiva para la zona por su tamaño y por la importante minoría china que alberga.Suharto, de 76 años y con una salud debilitada, salió de su reclusión con una intervención desastrosa la semana pasada al presentar un presupuesto para 1998 que no correspondía a las promesas de reformas hechas al FMI a cambio de un programa de apoyo de 43.000 millones de dólares para afrontar su deuda, en su mayor parte privada. El Gobierno preveía un crecimiento muy superior (4%) del PIB y una inflación inferior a la pronosticada por el FMI. Ayer renegociaba con el fondo su presupuesto y otras medidas.

Frente a lo que puede estar ocurriendo en Corea del Sur -donde el presidente electo, Kim Dae Sung, intenta restablecer la confianza en el país-, la falta de dirección en Indonesia es inquietante. Por ello son muchos los dirigentes de la zona y los mandatarios del FMI que acuden estos días a Yakarta. Pues la suerte de Indonesia puede afectar a muchos vecinos de la zona, como Singapur, que hasta ahora ha evitado la marea especulativa.

Si Suharto cediera a las presiones y no se presentara en marzo a la votación parlamentaria para renovar por otros siete años su mandato presidencial, habría una oportunidad para el cambio. La crisis asiática está demostrando no ser solamente financiera, sino también política: podría llevar a una mayor demanda de democracia. Para Kim Dae Sung, la crisis se origina en el hecho que los dirigentes autoritarios de la zona han puesto todo el acento en el crecimiento económico en detrimento del desarrollo democrático. ¿Puede esta crisis deshacer de una vez el mito del modelo asiático, tan caro hasta ahora a los ultras del liberalismo?

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