Un tigre a raya
Los ataques de una fiera en Rusia contra los hombres de la zona son la excepción en una especie que se extingue entre las nieves
Un cráneo pelado y unos restos ensangrentados de una pierna es todo lo que ha quedado de un cazador que calculó mal sus fuerzas a la hora de enfrentarse con un tigre de Manchuria. Ocurrió el pasado día 6 en la región de Primorie (capital, VIadivostok), en el extremo oriente ruso. Nueve días después mató a otra persona en la misma zona, lo cual le convirtió en el tigre asesino. Fue una de las escasas excepciones a una regla que convierte a estas fieras, en peligro de extinción y acostumbradas a vivir entre las nieves y los hielos, en víctimas del peor de los depredadores posibles: el ser humano. El tigre fue abatido finalmente el pasado lunes.No hace mucho que en algún restaurante de Harbín se podían comer, aunque a precios prohibitivos, testículos de tigre de Manchuria. Todavía hoy, los chinos son los principales consumidores de los huesos de este animal, conocido como tigre del Usuri o del Amur (también llamado Heilong Jiang), por los ríos fronterizos; y los utilizan en su medicina tradicional.
A los nuevos ricos rusos no les importa pagar un millón de pesetas por una piel rayada para que pueda recostarse en ella la amante de turno. Demasiadas amenazas para la supervivencia de la especie. Los presidentes ruso y chino, Borís YeItsin y Jiang Zemin, lo entendieron así cuando suscribieron recientemente en Pekín un acuerdo para evitar la extinción de estos ejemplares.
Ejemplares de recuerdo
En VIadivostok, ciudad cerrada en tiempos de la URSS y base de la flota del Pacífico, hay una calle, una colina y un monumento al tigre de las nieves. Incluso un museo con dos ejemplares disecados. En 1914, uno sin disecar dejó tan sólo unos botones y una red como recuerdo de un entomólogo alemán demasiado osado. Pero no hay que remontarse tanto en el tiempo.Además de los últimos casos de este mes, hace tan sólo dos años que otro tigre atacó a una mujer en una parada de autobús de las afueras de la ciudad. El marido salió en su defensa y resultó muerto.
Cuentan que la fiera fue abatida poco después y que en la piel mostraba huellas de mordiscos de quien cumplió como pocos el compromiso de proteger a su esposa hasta que la muerte les separase.
El año pasado, hubo otro cazador cazado, furtivo y con poca puntería. No mató a su presa con el primer tiro y la presa resultó ser él mismo. Murió despedazado en cuestión de segundos.
Pero no hay que confundirse. Es muy raro que el tigre de Manchuria, aunque resulte una fiera temible, mate a un ser humano. No es un asesino, sino una víctima, como prueba que, según aseguran en Jabarovsk Anatoli Darenski y Yuri Dunichenko, del Instituto de Vida Salvaje, sólo queden entre 415 y 476 en Rusia, y entre 20 y 30 en China.
Ése fue el resultado del recuento de 1995 y 1996, a cargo de centenares de expertos que vencieron toda clase de dificultades para seguir la pista a unos objetivos que no conviene tener demasiado cerca.
Darenski confía en que se elabore una estrategia nacional que incluya la educación ecológica, la creación y vigilancia de una reserva especial en China y Rusia, el reforzamiento de los controles aduaneros y el trabajo con los países consumidores, ya que "mientras haya demanda seguirá la caza furtiva". Y,lamenta que casi nadie se acuerde de otra especie amenazada, incluso más que el tigre: el leopardo. Sólo quedan unos 50.
Entretanto, hay algunos apóstoles que defienden apasionadamente al tigre de Manchuria. Como el biólogo Víktor Yiuyin, que ha montado junto a su esposa un criadero en la aldea de Spask-Dalni, 200 kilómetros al norte de VIadivostok, y que está harto de la curiosidad de vecinos y periodistas e incluso de los norteamericanos que le financian el proyecto. Allí realiza experimentos, hasta ahora sin resultado, para que sus criaturas se adapten a la vida salvaje.
O como VIadímir Kruglov, ex cazador profesional de tigres hasta que un día cambió de bando, cuando le llevaron una cría herida y sin dientes, a la que llamó Liuti (Furioso). Demasiado vulnerable para considerarle un enemigo o un objetivo comercial.Hoy, Kruglov vive en plena taiga (zonas altas), a unos 100 kilómetros de Jabarovsk, y ayuda a cuanto animal sufre en la zona, por la caza furtiva o por cualquier otro motivo. Su familia incluye a dos osos hermanos a los que bautizó como Gosha y Natasha. A este conservacionista no le asustan las visitas, pero recomienda que no se vaya en primavera, cuando los klish, una especie de pulga encefalítica, pueden matar en cuestión de días a quien se les ponga a tiro.
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