La revolución pendiente
Tras el Reino Unido, Holanda, Alemania o Francia, Italia está incorporándose poco a poco y con una pujanza asombrosa al movimiento interpretativo historicista, que propugna la ejecución de la música con las técnicas, los instrumentos y las maneras que la vieron nacer. Impulsada por intérpretes muy jóvenes, como Rinaldo Alessandrini, Antonio Florio, Giovanni Antonini o Fabio Biondi, la labor de la muy inquieta escuela italiana está arrojando una luz cegadora sobre determinados repertorios, y muy especialmente, claro está, sobre aquellos en los que la aportación de sus compatriotas como creadores ha resultado decisiva.L'Europa Galante, el grupo formado en 1990 por el violinista Fabio Biondi, ha dicho y aún tiene mucho por decir, por ejemplo, sobre el barroco italiano para instrumentos de cuerda. En su última visita a Madrid, en el concierto de clausura del ciclo Los siglos de oro, Biondi y sus compañeros han decidido explorar obras apenas conocidas con un planteamiento especular.
L'Europa Galante
Obras de Castro y D. Scarlatti. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid, 20 de diciembre.
Por un lado, sonatas en trío de un jesuita español formado en Brescia, Francisco José de Castro, aquí un émulo sin tapujos del primer gran maestro del género, Arcangelo Corelli. A modo de reflejo, cantatas de cámara de un napolitano afincado en Madrid, Domenico Scarlatti, cultivador ocasional de uno de los géneros musicales más necesitados de estudio e interpretación del barroco español. Las primeras se encuentran en la Biblioteca del Cívico Museo de Bolonia mientras que la scantatas pertenecen a un grupo de ocho conservadas en la Biblioteca Nacional de Viena. Con el aura de misterio que envuelve a unas y otras, Borges se hubiera sentido tentado de escribir un relato fascinante.
Biondi es un violinista con un talento y un carisma innegables, aunque tiene tendencia a sobreexplotar este último. Transmite a sus compañeros un modo de tocar muy efusivo, al que se adecuó muy bien el enfoque abiertamente teatral, más que camerístico, adoptado por la solista de las cantatas, la francesa Sandrine Piau, a la que nada puede objetarse, sin embargo, en cuanto a dicción, afinación o conocimiento del estilo. Entre nosotros, Emilio Moreno ha mostrado la valía de los Trattenimenti armonici da camera de Castro, que, aunque desiguales, merecen mejor fortuna que el olvido: aquí fueron el perfecto contrapunto intimista del agitado curso emocional de las cantatas de Scarlatti. Biondi, más parco en gestos teatrales y menos pendiente de trabar complicidades con el público, los concertó inmejorablemente, excepción hecha de algún exabrupto final innecesario.
Tras escuchar a estos músicos italianos en un repertorio que nos resulta tan cercano y constatar la calurosa respuesta de un público mayoritariamente joven, no podemos por menos que pensar por qué nuestro país sigue sin incorporarse a un movimiento interpretativo ya cónsolidado con fuerza desde hace. décadas en gran parte de Europa.
Y es que, aquí, la revolución del regreso a las fuentes, que exige prescindir de gran parte del barniz decimonónico que empaña la enseñanza en nuestros conservatorios, está aún por hacer.
Babelia
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