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La forma es el fondo

Tengo la impresión de que la ministra de Educación y Cultura no ha entendido el mensaje transmitido por el Congreso de los Diputados el martes pasado, de la misma manera que tampoco entendió el del Senado de hace unas semanas. De lo contrario no se comprenden sus declaraciones a Iñaki Gabilondo en el programa Hoy por hoy del miércoles 17.No cabe duda de que el Gobierno no necesita llegar a ningún acuerdo con nadie para dictar un real decreto. El Decreto de Humanidades podía haber sido enviado al BOE sin abrir ningún tipo de negociación y puede serlo todavía en cualquier momento. La ministra tiene, en consecuencia, razón al afirmar: "No estamos obligados a tener ningún consenso, ni siquiera por los acuerdos de las Cámaras". Desde un punto de vista jurídico no cabe duda de que es así.

Lo que ocurre es que para ese viaje no se necesitaban alforjas. Si ése es el talante con el que el Gobierno de la nación va a abordar la negociación del contenido del Decreto de Humanidades, mejor que no negocie. O la competencia se ejerce unilateralmente o se negocia. Lo que no se puede es plantear una negociación como una concesión graciosa, que en cualquier momento puede ser retirada. Eso no es negociar, sino insultar. Y así no se va a ningún lado.

Dicho de otra manera: el Gobierno puede optar por no negociar o por negociar, pero no por las dos cosas al mismo tiempo. Y si opta por negociar, su portavoz en la negociación no puede empezar diciendo: "No hace falta buscar acuerdos, pero se nos dice que los busquemos y los vamos a buscar e intensificar el diálogo. Pero, si no hay acuerdo, el Gobierno tendrá que cumplir con su obligación".

Y no se puede, porque en este terreno la forma es el fondo. El problema que plantea la enseñanza de la Historia de España en las escuelas es de naturaleza similar al que planteó en el proceso constituyente la redacción del artículo 2 de la Constitución. Aquí, y no en la disposición adicional primera, es donde está la presencia de la historia en el sentido más fuerte del término en la Constitución. Pues la Constitución es un compromiso entre dos interpretaciones de la Historia de España, que hasta ese momento se habían enfrentado de manera siempre incompatible y a veces irreconciliable: aquella que considera que España es una nación única y aquella que considera que es una nación de naciones.

Ése fue al mismo tiempo el compromiso más difícil de alcanzar y el que posibilitó que la obra constituyente pudiera culminar con éxito. Se trata de un terreno en el que el "si no hay acuerdo" no tiene cabida. No puede no haber acuerdo, porque sin él no es posible construir nada.

Este compromiso constitucional es el que está detrás de la polémica sobre la enseñanza de la Historia de España en las escuelas. Por eso es tan difícil de resolver y por eso es una cuestión que sólo puede ser abordada de la misma manera que se hizo entonces. Aquí no estamos hablando de pactos autonómicos, como los de 1981 o los de 1992, que suscribieron exclusivamente UCD y PSOE, en un caso, y PSOE y PP en otro, sino que estamos hablando de qué idea de España es la que se debe enseñar a hacer suya a los adolescentes en el proceso de su educación como ciudadanos. Por eso no basta un pacto entre el PP y el PSOE exclusivamente.

Si Adolfo Suárez hubiera hecho pública una redacción del artículo 2 de la Constitución en lugar de esperar a que se llegara a ella a través de la negociación entre todos o la hubiera pactado exclusivamente con el PSOE, ¿habría podido ser aceptada?

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