Bebés
Es fantástico el trabajo realizado por los creativos de la campaña de publicidad del plan de pensiones del BBV, han conseguido transmitir un mensaje de gran eficacia visual, enternecedor, divertido, en escasos segundos.Por el contrario, el contenido del mensaje -ignoro si es imputable a los mismos creativos o a las instrucciones del banco- es sencillamente irritante por la manipulación icónica y demoledor para la conciencia cívica.
Un bebé no parece ejemplificar el ejercicio de inteligencia que requiere el asunto. Un bebé egoísta por esencia, no se pregunta por qué ha de compartir su comida, sus juguetes o el afecto de sus padres. Creo recordar que hasta hace pocos años Hacienda éramos todos, y ahora resulta ser, en una transformación no explicada, el ogro del cuento en forma de parásito calvo , tan sin entrañas que es capaz de quitar la comida de la boca a un bebé.
Un bebé, según va creciendo, ha de ser instruido en lo que para los adultos es obvio: que una persona sola no se basta para satisfacer todas sus necesidades, ni una pareja, ni una familia entera, ni un pueblo. Es la reunión, en esa antipática caja llamada Hacienda, de una porción del pastel (o de la papilla) de cada uno, lo que nos permite pertenecer a una sociedad desarrollada y de más o menos bienestar, por muy moderno y tentador que sea el ultraliberalismo individualista. Los planes de pensiones, aunque nos preocupe el futuro precozmente, son para adultos, y, hasta hace muy poco, como a adultos se nos consideraba a los ciudadanos; los bebés no pagan impuestos, son los adultos activos y supongo que sensatos. Que nadie disfrute aportando sus caudales a Hacienda (yo no, desde luego), como nadie en su sano juicio va jubiloso a una intervención quirúrgica, es normal. Lo que un adulto, un ciudadano, ha de preguntarse es si resulta necesario hacerlo. Y la respuesta es sí, por mucha rabieta y pena de nosotros mismos que nos dé.- .
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