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Entrevista:

"La cohabitación es un régimen detestable"

Pregunta. ¿Cuál es su balance de la acción de gobierno de Lionel Jospin seis meses después de su entrada en funciones?Respuesta. Tengo la sensación de que la opinión sobre el Gobierno está marcada por un contraste. Por un lado, se siente una reticencia cada vez más perceptible sobre ciertos proyectos, como el de las 35 horas, la nacionalidad o la inmigración; por otra parte, se percibe un compás de espera positivo por lo que concierne al método de gobierno.

P. ¿Cree que la mayoría de los proyectos del Gobierno son mal acogidos por la opinión pública?

R. No forzosamente, pero a veces las claves de los debates son herméticas y se mantienen así hasta el día en que el país puede conocer las consecuencias concretas. En el caso de la reforma de las 35 horas, esto está muy claro: el juicio de los franceses está cuando menos atenuado, teniendo en cuenta los objetivos fijados. No hay que olvidar que el propósito inicial de este proyecto era crear empleos. Ahora bien, empezamos a oír los propósitos oficiales que justifican esta reforma, que no tienen más que una lejana relación con la creación de empleos. Me refiero en particular a lo que ha dicho Martine Aubry [ministra de Trabajo]. Para ella, a partir de ahora, la reforma debe ser una formidable incitación a los beneficios de la productividad. Ahora bien, que yo sepa, los objetivos de productividad no tienen precisamente como efecto la estimulación del empleo. Entiendo bien la reacción de los franceses. Cuando se les dice que la disminución de la jornada de trabajo es una tendencia histórica, lo acogen con una relativa simpatía. Pero cuando se les dice que es una solución milagrosa para crear empleo, son cuando menos escépticos. En cuanto a mí, yo me planteo la pregunta: ¿lejos de ser creadora de empleo, la reforma de las 35 horas no va a ser destructora de empleo? En todo caso, ya desanima a ciertos inversores potenciales.

P. Usted parece menos opuesto a esta reforma que dudoso sobre sus efectos...

R. ¡En absoluto! Yo me opongo. Porque es peligrosa y porque el método autoritario y uniforme mantenido por el Gobierno pone en peligro el diálogo social.

P. ¿Reconoce al Gobierno el mérito de haber obtenido que el pacto de estabilidad de la UE tenga el contrapeso de otro acuerdo, en favor del empleo, conseguido en la cumbre de Luxemburgo?

R. En lo que me afecta, aún no he comprendido qué hemos ido a hacer en la cumbre de Luxemburgo. El empleo, en el contexto actual, es de competencia nacional. Así que hemos ido a hablar entre europeos de algo que es de competencia nacional Si lo entiendo bien, cada uno a ido a decir a los demás cuál es la solución. Uno ha dicho: "Yo hago las 35 horas". Otro ha respondido: "Yo hago media jornada". El verdadero fondo del asunto, justamente, es la indiferencia estructural, institucional de Europa sobre el empleo. Para que la crítica disminuya, no es suficiente reunirse para medir las consecuencias desgraciadas de esta situación en uno u otro país. Habría que preguntarse cómo conseguir que Europa integre el empleo entre sus prioridades. Haría falta, en particular, que el empleo figure entre los objetivos asignados a la gestión del euro y que, frente al Banco Central Europeo, comience a existir un interlocutor político. Pues bien, en estos terrenos no hemos avanzado un centímetro. En tanto en cuanto estas dos condiciones no se hayan reunido, las cumbres europeas serán como los coloquios o seminarios: no tendrán mayor alcance.

P. La cohabitación lleva consigo una especie de bicefalismo en la escena internacional, que está considerado como perjudicial para la credibilidad de Francia. ¿Cuál es su análisis y qué conclusiones saca?

R. La cohabitación es un régimen detestable. Todo el mundo es consciente de ello: los protagonistas de la cohabitación, los primeros. Ahora mismo nos encontramos en un contexto radicalmente diferente a las experiencias precedentes: ya no es un periodo de transición, a la espera de una elección presidencial que permita, de una manera otra, volver a poner los péndulos en hora. Esta vez, estamos en un sistema que se puede calificar de "derecho común", cuyo término serán las elecciones legislativas, y no las presidenciales; estamos en un esquema que puede durar cinco anos y que, como circunstancia agravante, parte de un acto de disolución que ha dado un resultado diferente del que deseó la autoridad que lo llevó a cabo. Además, tengo la sensación de que el primer ministro busca progresivamente sacar provecho de la originalidad de esta situación para fijar un modo de relación con el presidente diferente al de las cohabitaciones precedentes. Tiene la ventaja. En los últimos seis meses ha habido primero inobservancia de la vieja regla de la unidad de palabra en el exterior. Después, mientras que hasta ahora se dejaba a los partidos la tarea de denunciar las carencias de las reglas de la cohabitación, ha habido este recuerdo de las disposiciones constitucionales por parte del primer ministro, en julio, en pleno Consejo de Ministros. Más tarde, esta intervención de Jospin en el congreso socialista de Brest en la que me parece que se desarrolla una especia de teoría consular, la teoría de las "dos cabezas" del Ejecutivo. Es evidentemente una evolución inaceptable. En el espíritu de nuestras instituciones, el primer ministro sigue siendo el primer ministro del presidente de la República.

P. ¿Está dispuesto a sacar consecuencias institucionales?

R. El debate está abierto. Personalmente, no creo que haya una vía intermedia entre nuestras instituciones actuales y un régimen presidencial. Si hablamos de elecciones simultáneas, entramos en la lógica del régimen norteamericano. ¿Estamos listos para ello? En lo que me concierne, prefiero una buena aplicación del sistema actual. Demasiado a menudo, la opinión pública parece satisfecha con la cohabitación, que algunos confunden con la unión nacional. Ahora bien, la cohabitación es todo lo contrario: ¡es la desunión nacional! Para limitar los defectos, no hay otra vía, en mi opinión, que velar celosamente las prerrogativas del presidente de la República, tal y como han sido entendidas hasta ahora.

P. ¿Quiere decir que esas prerrogativas no se defienden lo suficiente en la actualidad?

R. Repito que veo, en algunas iniciativas del primer ministro, el intento de poner a prueba, como mínimo, las defensas de su interlocutor.

P. ¿La oposición y, en particular el RPR, han encontrado un punto de equilibrio con el presidente de la República?

R. Nunca ha habido desequilibrio... El jefe de Estado es el presidente de todos los franceses, incluido Jospin, insisto, y es, por otra parte, la referencia de la oposición, en particular la de nuestro partido.

P. De cara a las elecciones regionales, hay un debate entre los que rechazan todo compromiso con el Frente Nacional y los que están tentados por un diálogo con la extrema derecha.

R. No hay ningún debate en sentido estricto. Vamos a estas elecciones con nuestros propios colores.

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