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TERRORISMO EN EL PAÍS VASCO

ETA atenta contra el escolta de una concejal del PP

Los etarras perpetraron la acción a la hora en que los dirigentes de HB debían entrar en prisión

ETA intentó ayer matar de nuevo. No lo consiguió, pero José María Lobato Femia, de 27 años, escolta de la concejal donostiarra del PP Elena Azpiroz, recibió en la cabeza un disparo de escopeta cargada con cartuchos de caza. Su vida no corre peligro, pero perderá la visión en el ojo izquierdo. Los terroristas abandonaron en su huida un coche con tres kilos de explosivos junto a una ikastola (colegio) y una residencia de ancianos. La suerte permitió que nadie resultara herido. Los hechos sucedieron entre las 9.15 y las 9.35 de la dirección de HB tenían que empezar a ingresar en prisión para cumplir la condena impuesta por el Tribunal Supremo. En lo que va de año, ETA ha asesinado a 12 personas y herido a otras 19.

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Elena Azpiroz cree que su "intuición femenina" le ha salvado la vida

Durante 20 minutos el terror callejeó por San Sebastián. Sobre las nueve de la mañana, la concejal del PP Elena Azpiroz desayunaba junto a una de las ventanas de su casa, en la séptima planta de un edificio situado frente al río Urumea, en San Sebastián. Azpiroz divisó en la otra orilla a dos individuos que le infundieron sospechas. "No hacían nada extraño", declaró, "pero no eran del barrio; simplemente, estaban enfrente de casa y me llamó la atención". La concejal, que atribuyó sus sospechas a la "intuición femenina", avisó por el móvil a su guardaespaldas, José María Lobato. El escolta subió a la casa de la concejal y miró por la ventana. También le pareció rara la actitud de los dos hombres. Vestían monos de trabajo o ropa deportiva de color oscuro. Uno de ellos llevaba una capucha y otro una caja.José María Lobato decidió bajar a comprobar sus sospechas. Cruzó el río por el puente de hierro. Se acercó a los sospechosos. "Escuché cómo cargaban una pistola", le dijo ayer por la tarde desde su cama del hospital a Carlos Iturgaiz, presidente del PP en el País Vasco; "me dispararon desde atrás con una pistola y no me alcanzaron. Intenté sacar mi arma, pero un segundo disparo [posiblemente el de una escopeta recortada] me dio de lleno en la cara". Ensangrentado, cayó al asfalto de la calle Corsarios Vascos.

Seis meses de guardaespaldas

Lobato, natural de Rentería (Guipúzcoa), trabaja desde hace seis meses en la empresa de seguridad privada Vinsa. Tras el asesinato del concejal del PP en Ermua Miguel Ángel Blanco, en julio pasado, el partido contrató los servicios de Vinsa para dar protección a los ediles que así lo solicitasen. Desde el final del verano, Lobato acompañaba a Azpiroz a diario.Azpiroz y su marido seguían en la ventana, pero un seto y la estructura del puente les impidieron presenciar la agresión sufrida por el guardaespaldas.

Lobato nunca perdió el sentido. Al llegar la ambulancia de Osakidetza y la primera dotación de la Ertzaintza, les contó lo que había pasado y ofreció los primeros datos sobre los terroristas. Otros testigos habían tomado nota de la matrícula (SS-9540-X) del coche que usaron para huir.

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En sólo unos minutos, el terror se mudó de barrio. A las 9.35, el automóvil empleado por los agresores, un Ford Escort de color blanco, saltaba por los aires en el barrio de Eguia, a unos dos kilómetros del lugar donde Lobato había sido tiroteado. Los tres kilos de explosivos -conectados a un temporizador y colocados bajo uno de los asientos delanteros- arrancaron el techo del vehículo y lo dejaron "como si lo hubieran abierto con un abrelatas", según un policía. El parabrisas quedó colgando de un árbol. Nadie resultó herido. Fue la suerte, de nuevo. Apenas a 100 metros de donde el vehículo saltó por los aires -el número 17 de la calle de Amezagaña- se encuentran la ikastola Lau Haizeta y la residencia de ancianos Nuestra Señora de La Paz. El artefacto utilizado es de similar composición al que el pasado lunes destrozó una sucursal del Banco Santander en el barrio donostiarra de Bidebieta.

El coche, según las primeras investigaciones de la Ertzaintza, fue robado en San Sebastlán el pasado mes de octubre, durante la celebración de los Campeonatos del Mundo de ciclismo. Los terroristas le habían quitado sus placas de matrícula originales para sustituirlas por otras dobladas, es decir coincidentes con las de otro vehículo de la misma marca y color. A las pocas horas de los hechos, el delegado del Gobierno en el País Vasco, Enrique Villar, aseguró públicamente que el tiroteo contra el escolta y la explosión del coche no tenían "nada que ver" entre sí. Esto, unido a lo inusual del arma utilizada, llevó a valorar la hipótesis de que pudiera no tratarse de un atentado terrorista, sino de la acción de unos delincuentes comunes que reaccionaron al verse sorprendidos por el escolta. Ya avanzada la tarde, el testimonio del escolta despejó algunas de las dudas. José María Lobato le contó a Carlos Iturgaiz que fue tiroteado por dos veces. El primer disparo, realizado con una pistola, no llegó a alcanzarle; el segundo, sí. Y, aunque no le mato, dejó 26 perdigones desperdigados por su cabeza; uno de ellos, en el cerebro. Otro, en la faringe. Y otros le destrozaron el globo ocular izquierdo. Según su relato, en el atentado participaron varios terroristas, unos desde el coche y otros fuera del vehículo, y el disparo que le hirió fue hecho desde el interior del automóvil. "José María es consciente", relató uno de los militantes del PP que lo visitaron en el hospital, "de que perderá la visión del ojo izquierdo, pero está muy animado, deseando recuperarse". El hecho de que los agresores, además de la escopeta, usaran una pistola hace pensar a los responsables de la investigación que, efectivamente, se trata de activistas de ETA. Posiblemente vinculados al comando Donostia, del que fuentes antiterroristas sospechan que puede estar desdoblado en dos taldes (grupos) y apoyado por una importante infraestructura. El empleo de escopetas de cañones recortados es casi desconocido entre los comandos de ETA, organización que suele usar pistolas o metralletas. No obstante, desde 1978 constan al menos tres acciones en que los terroristas utilizaron escopetas, aunque en todos los casos con los cañones sin serrar, según fuentes policiales. El 22 de octubre de 1978, cuatro integrantes de un comando de ETA militar abrieron fuego cruzado con metralletas y escopetas cargadas con postas contra cuatro guardias civiles cuando regresaban al cuartel de Las Arenas (Bilbao). Un sargento y un agente resultaron muertos en el acto y otros dos sufrieron heridas graves. El 27 de agosto de 1980, el agente de Aduanas Jesús María Echeveste Toledo fue asesinado por tres encapuchados cuando iba a su domicilio. La víctima falleció a causa de tres grandes heridas, sin que se hallaran casquillos, lo que indujo a pensar que las armas empleadas fueron escopetas.

El 31 de julio de 1983, los guardias civiles Enrique Rúa Díez y Rafael Gil fueron asesinados por ETA en el puerto de Guetaria (Guipúzcoa). Uno de los agentes falleció de un balazo y otro por un disparo de escopeta, cargada con postas, recibido en la cabeza.

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