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Tribuna
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Un solitario radical

Andrés Trapiello

Una de las pruebas irrefutables de la inutilidad de los premios públicos, según para qué, es precisamente la que hoy nos proporciona éste: Gaya ha realizado en 87 años una de las obras más puras y exigentes sin haber obtenido ni un solo premio en su vida. Se ha dicho que la generación del 27 fue la de la amistad, pero no se suele decir que parte de lo mejor de ella estuvo integrada por quienes llevaron una vida de solitarios radicales, voluntariamente oscurecidos, y así podemos asegurar que Bergamín, Cernuda, María Zambrano, Gil-Albert, Rosa Chacel o el propio Ramón Gaya conocieron los dos destierros, el del exilio y el de sus propios paisanos. Pero como en materia poética la justicia es distributiva, hay que pensar que ninguna de ellas habría podido llevar a cabo su obra de no haber sido por ese retraimiento que a muchos de ellos les proporcionó fama, no siempre real, de ríspidos y "difíciles".La pintura de Gaya, serena y limpia, no sólo se ha hecho a trasmano, sino a la contra de un siglo epiléptico en materias artísticas. "Pintor, uno de los más solitarios y hondos que ha dado España a lo largo de este siglo", decía de él Juan Manuel Bonet en el diccionario de sus convulsas vanguardias. Y lo mismo podríamos asegurar de sus libros, tal vez los más importantes ensayos sobre arte escritos en España, como recordaba hace poco Alfonso Pérez Sánchez. El secreto de todo ello ha sido haberle sido fiel al mismo principio: el arte es realidad, la realidad es vida, y la vida sólo tiene sentido si nace de un sentir. Él mismo lo ha acuñado en dos frases, una de las cuales lleva a la otra: el sentimiento de la pintura desemboca siempre en la naturalidad del arte. Sentimiento y naturalidad han sido, pues, su permanente magisterio. Por esa razón le han bastado muy pocas cosas para llevar a cabo una vida como la suya, de perpetua y solitaria errancia. Gaya, casi una sombra de un siglo que él está llamado a representar como pocos de sus contemporáneos, ha llegado a viejo ligero de equipaje, como les ocurre siempre a los grandes artistas y creadores. Este premio que le han dado a los 87 años, y que seguramente aceptará con educado escepticismo y una sonrisa, lo confirma.

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