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Los albaneses piden con lágrimas en los ojos que no se les expulse de Italia

Al final, Italia ha optado por la severidad y ha iniciado con calma pero inexorablemente la repatriación de los 5.000 albaneses ilegales que han venido entrando en el país desde marzo pasado. Con la partida ayer del buque San Jorge del puerto de Brindisi, en el sur del país, son ya 544 los ciudadanos del depauperado vecino balcánico que regresan a casa contra su voluntad en cumplimiento del decreto firmado el pasado fin de semana por el primer ministro italiano, Romano Prodi. La operación ha dado lugar a escenas dramáticas.

Lágrimas, gritos y desesperación son hasta el momento las únicas armas esgrimidas por la legión de albaneses obligada -previo entrega de unas 30.000 pesetas- a regresar a la indeseada patria. Paradójicamente, serán los cerca de 1.800 refugiados que optaron por obedecer las instrucciones de las autoridades italianas y permanecieron en los más de ochenta centros de acogida abiertos en el país, los únicos candidatos al retorno obligado. Se calcula que los restantes 3000 refugiados vagan por el país desarrollando trabajos temporales -o ilegales- en condiciones de absoluta clandestinidad lo que hace difícil su localización.Dentro de la mayoría de centro-izquierda que Gobierna Italia se han alzado algunas voces críticas contra el decreto firmado por Prodi, tarde y con poca convicción, el pasado fin de semana. Para el Partido Verde y el de Refundación Comunista la medida es incorrecta e inhumana, mientras la prensa nacional dedica desde hace días amplio espacio al drama de la marcha de los albaneses. Columnistas y analistas políticos se han hecho eco de los mismos lamentos alentados por las imágenes dolorosas de niños, mujeres y hombres desesperados que lo arriesgaron todo para llegar a Italia, su particular tierra prometida de la que son desalojados ahora.

Los albaneses intentaron primero alguna fórma de resistencia pasiva y en algunos centros se iniciaron tímidas huelgas de hambre. Pero la rápida y contundente intervención de la policía el miércoles puso fin a estos intentos. Ayer quedaron cerrados 51 centros de acogida diseminados en 16 provincias, quedan aún 35 abiertos que es de suponer seguirán hoy el mismo camino. El Gobierno italiano había dado a los albaneses un plazo máximo de estancia en el país que vencía el 30 de agosto. Por presiones y consideraciones políticas variadas, al final se optó por la prórroga que ha servido para alentar en los refugiados falsas esperanzas de permanencia. Para Ramón Mantovani, del Partido de Refundación Comunista, la elección del Gobierno Prodi ha sido "cínica y desleal". A su juicio, el Gobierno debería haber arbitrado otra prórroga. El objetivo debería ser no aceptar más refugiados". Un objetivo difícil para Italia adonde llegan diriamente barcos cargados de albaneses que atraviesan de noche el canal de Otranto en busca de una, a menudo engañosa, vida mejor.

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