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"Cuando naces pobre no queda más camino que el ascenso", afirma Kirk Douglas

A sus 80 años el actor se recupera de una embolia y publica un ensayo sobre la vida

"Cada día me quedo admirado del milagro que constituye el habla. Cada una de las palabras que pronunciamos. Y cómo lo damos por sentado. Uno simplemente piensa y luego dice lo que ha pensado. Eso hasta que sufre una embolia y tiene que volver a aprender a hablar. Es un milagro", afirma Kirk Douglas. A sus 80 años conversa pausadamente mientras se recupera de los efectos de la embolia sufrida hace un año y que le afectó al habla. La enfermedad no dañó su cerebro ni sus ganas de trabajar y Douglas concentra sus energías en la pasión de la escritura.

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El humor como terapia

Autor de una autobiografía, El hijo del trapero, y otras tres novelas (Bailando con el diablo, El último tango en Brooklyn y El regalo), su nueva obra, Climbing the mountain: my search for meaning, es una vuelta a sus raíces judías y un ensayo sobre el sentido de la vida. "Mientras escribía el libro me di cuenta de que la vida es como una montaña", describe. "Lo que importa es cómo subas la montaña. Todos tomamos rutas diferentes, pero lo importante es cómo nos comportamos durante la subida", describe.La ascensión de Douglas fue dura y desde las faldas más bajas de la montaña. Hijo de inmigrantes rusos de origen judío, Issur Danielovitch Demsky, nombre que cambió a Kirk Douglas gracias a las sugerencias de su amigo Karl Malden (Mladen Sekulovich), se dedicó a la interpretación guiado únicamente por el deseo de salir de la pobreza. Sus ambiciones artísticas llegarían más tarde, una vez con el estómago lleno. "Mis hijos no tuvieron esa ventaja", comenta en referencia a sus cuatro hijos, Michael, Joel, Peter y Erik, todos dedicados, de algún modo, como actores o como productores al mundo del espectáculo. "Yo tuve la ventaja de haber nacido tan pobre que no me quedaba otro camino que el del ascenso".

Pasión en sus personajes

Desde que su amiga y compañera de promoción Lauren Bacall le recomendara para The strange love of Martha Ivers, uno de sus primeros trabajos como protagonista, la carrera de Douglas sólo fue en ascenso. La pasión que puso en todos sus personajes fue capaz de conducir a los esclavos romanos a la rebelión en Espartaco, salvó a Estados Unidos de un golpe de Estado en Siete días de mayo y luchó por Israel en La sombra de un gigante. Como malo, no lo hubo peor, consiguiendo que la revista Photoplay le llamara "el hombre más odiado de Hollywood". Personificó la maldad en Los vikingos y el retrato de un antihéroe en Los valientes andan solos, su película preferida. En su opinión, no es un problema de maldad sino de avaricia, un sentimiento con el que es fácil identificarse porque, en mayor o menor medida, "todos somos avariciosos"."No hubo nada programado. Nadie puede predecir el triunfo", se justifica echando la vista atrás a una carrera con 82 títulos memorables y tres candidaturas al premio Oscar. Con modestia describe el camino hacia el éxito como una ruta que no sólo tiene que ver con el talento, sino con otros elementos como "el amor que sienta hacia ti la cámara" y la suerte. Como ejemplo recuerda que en sus comienzos se permitió el lujo de rechazar un papel en El gran pecador, película que se apuntaba como uno de los grandes estrenos de la temporada, con la presencia de Ava Gadner y Gregory Peck, para aceptar ese pequeño guión titulado El ídolo de barro, producida sin muchos medios por un desconocido llamado Stanley Kramer: "Ésa fue la película que me convirtió en una estrella", admite en referencia al título que le ganó su primera candidatura.

Su casa es modesta comparada con las grandes mansiones de Hollywood que le rodean. Aficionado al arte durante gran parte de su carrera, ha puesto fin a su afición subastando gran parte de su colección y dedicando los beneficios obtenidos a una de sus obras de beneficencia.

Filántropo

Ésta es otra de las facetas que le han hecho famoso en Hollywood, filántropo dedicado a los desheredados de la fortuna, a crear hogares para aquéllos que no tienen un techo o campos de juego para los niños de las barriadas pobres. "Yo tengo lo que necesito y tengo esa teoría de que los que son más afortunados deben ayudar", recuerda.Poseedor de la medalla de honor presidencial, el mayor galardón estadounidense, caballero de la legión de honor francesa y premiado con un Oscar de la Academia por toda una vida dedicada al cine, este mismo año Douglas ha recibido en Hollywood un nuevo galardón a su carrera que recogió con buen humor: "Cuando uno es joven, ante él se abre un abanico de papeles que puede interpretar. Cuando es una vieja estrella de cine, la opción está en qué galardón recoger". Ninguno de estos actos cuenta con una gran importancia en su recuerdo, marcado desde el 13 de febrero de 1991 por un accidente aéreo del que sobrevivió milagrosamente, pero que le costó la vida a otros dos acompañantes. "Uno tenía 18 años y el otro 40. Sin embargo, yo sobreviví con 70. Eso me hizo pensar que uno no sabe cuándo llegará la muerte. Creo que todos debemos pensar un poco más en la muerte. Eso hace la vida más preciosa", subraya.

Atrás han quedado sus años de actor, una vida que ahora ve como demasiado egocéntrica: "siempre pendiente del personaje que estás interpretando". Tan sólo le gustaría volver ante las cámaras para actuar junto a su hijo Michael, un proyecto que quedó pendiente por culpa de la embolia. "No te preocupes, papá", me decía Michael, "trabaja en los ejercicios de dicción y ya haremos esa película". Mi respuesta fue simple: "Michael", le pregunté, "¿por qué no trabajas tu en tu dicción y cuando sepas hablar como yo hacemos la película?", recuerda como muestra de humor.

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