_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El monstruo

Almudena odia al Ayuntamiento de Madrid. Esta ciudadana, cuyo nombre honra el de nuestra Santa Patrona, se siente víctima de un ensañamiento persecutorio por parte del aparato burocrático municipal. Y es que, según cuenta, el buzón de su domicilio es el destino habitual de la más variada gama de notificaciones de la Empresa de Recaudación Ejecutiva. A la pobre Almudena le reclaman, para empezar, el pago del impuesto de plusvalía de un pisó desde el año 71 al 91, cuando ya lo abonó del 81 en adelante, periodo real en que fue de su propiedad. De poco le ha servido presentar el recibo ni argumentar que nada tuvo que ver con los 10 años anteriores. Le piden que acredite que la casa no era suya en ese tiempo si no quiere que le metan mano directamente en la cuenta corriente.Su mal debe contener factores genéticos, porque a su madre también le reclaman la plusvalía del piso que vendió antes de morir la abuela y cuyo pago hizo efectivo la propia Almudena. El recibo se lo quedó la anciana y nadie sabe dónde lo puso. En la recaudación municipal les dicen que no tienen por qué hacer comprobaciones, y que o lo demuestra o la embargan como heredera. Sin apelación.

La inquina con que la burocracia la hostiga por sus propiedades inmobiliarias resulta anecdótica en comparación con el acoso que sufre a causa de su condición de conductora. Le exigen que pague una multa de tráfico de un coche en el que nunca subió y que, según parece, pertenece a una empresa de alquiler de vehículos. Sus razonamientos en ese sentido ante el empleado de la empresa de recaudación obtuvieron como única respuesta una indicación de que se buscara la forma de demostrar que ese automóvil sancionado no era de su propiedad ni lo había sido en su vida, porque, de lo contrario, vería muy pronto su nombre en el Boletín Oficial de la Comunidad como paso previo a la intervención en la cuenta bancaria. La misma cuenta de la que la ejecutiva municipal ya sacó impunemente 40.000 pesetas tiempo atrás por no pagar supuestamente el impuesto de circulación de su vehículo durante dos años. En realidad, sí lo había pagado, lo que pudo demostrar presentando las copias de los recibos abonados. Semanas después llegó a su cuenta un ingreso de sólo 10.000 pesetas como "provisión de fondos pendientes de resolución". De las 30.000 restantes no ha vuelto a saber nada.

La indefensión que siente Almudena ante semejante exhibición de prepotencia municipal no tendría mayor trascendencia si no fuera porque hay miles de ciudadanos en su misma situación. Esa maquinaria que parece construida para alimentarse a sí misma ya no presta el servicio que justifica su propia existencia. Su despótico funcionamiento transgrede la máxima del derecho que considera inocente a todo ciudadano mientras no se demuestre lo contrario, hasta el punto de entender que todos somos culpables mientras no probemos nuestra inocencia. De esta forma, cualquier vecino de Madrid puede ser hoy acusado de no pagar la multa de un coche que jamás condujo, viéndose obligado a perder su tiempo y su dinero en demostrarlo bajo la amenaza de que le asalten la cartilla de ahorros.

De la perversidad y desmadre del engendro burocrático tuve personalmente cumplida cuenta hace años, cuando, por un pequeño desliz, le puso un cero de más a los recibos de la contribución por los garajes de nuestra comunidad de vecinos, multiplicándolos por 10. Cuando advertimos del error a los técnicos municipales nos dijeron que la forma más rápida de subsanarlo era pagarlos y reclamar después la devolución. Así lo hicimos, e hicimos el ridículo. Ha pasado casi una década y aún estamos esperando a que aflojen el medio millón largo que nos estafaron.

La máquina siempre gana. Enfrentarse a ella requiere la intervención de gabinetes jurídicos o fiscales, un esfuerzo económico e intelectual que casi nunca compensa. Te ganan por cansancio o aburrimiento. Lo más grave es que su complejidad y poder es tan inmenso que parece estar ya fuera del control de los que gobiernan el Ayuntamiento de Madrid. El monstruo que alimentamos con los impuestos ha cobrado vida propia y se vuelve contra nosotros. Por eso, Almudena y tantos madrileños lo odian. Si no lo paramos pronto, nos comerá todos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_