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Hablar 'fabla'

Parece que el Gobierno regional de Aragón piensa en impulsar la fabla, esto es, lo que queda de la vieja lengua aragonesa allí donde se habla todavía. La medida es políticamente correcta y es de suponer que contará con el apoyo de los nacionalistas aragoneses, que haberlos haylos, del resto de los nacionalistas, como es lógico, y de la mayoría de las asociaciones ecologistas, medioambientales, de vecinos, de enseñanza vial y otros gremios.Ya el Gobierno asturiano está promoviendo el cultivo y aprendizaje del bable -su rexudirmentu: hay abundante poesía en bable, abundante y activa-, por lo que los aragoneses no hacen sino estar en sintonía con la ultimísima hora de España, perdón, del Estado español. Yo espero para pronto que el Gobierno de Extremadura impulse el chinato, que, según los libros, se habla o hablaba en Malpartida de Plasencia (véase Alonso Zamora Vicente, Dialectología española, Gredos, Madrid, 1960, página 267). Todo es cosa de empezar.

El mapa lingüístico de España irá ganando así en diversidad y pluralidad. Aparte de las tres grandes lenguas, incluida la castellana, y de ese artificio llamado batua, tenemos el bable y la fabla, además del valenciano, que, como han demostrado ilustres lingüistas de la tierra, corrigiendo así el error de Meyer-Lübke y Amado Alonso, es una lengua absolutamente distinta del catalán. Si el Gobierno extremeño acoge mi propuesta, habrá además el chinato como vivo sistema de comunicación. A ver quién nos gana a plurales y diversos. Y todavía no hemos concluido, pues el andaluz oriental, con la aspiración de la ese y la conversión de la a final en e (leh caseh), podría recibir también el correspondiente incentivo. Ese andaluz oriental es la punta de lanza de la evolución del español, qué dentro de tres o cuatro siglos tiene bastantes posibilidades de seguir ese camino (que en su momento recorrió el francés), de modo que no veo por qué el autonomismo no puede jugar al futuro, ya que tanto le gusta el pasado. Es mera cuestión de simetría.

El ideal es que la inmersión lingüística no sólo sea completa sino lo más plural posible. Allí donde no haya lengua ni dialecto, pero haya una entonación especial, un acento propio, un algo, ¿eh?, debe cultivarse de manera radical, sin complejos, sin ambages, con orgullo, con denuedo, con afán, defendiendo lo propio, batallando a favor de lo que es de cada uno, partiéndonos el pecho por la especificidad, la singularidad, lo irreductible de las tribus. Para Nebrija, la lengua era compañera del imperio; ahora las lenguas deben ser compañeras de las autonomías. Sin algo lingüísticamente propio no hay autonomía que merezca la pena. Las autonomías tienen ante sí un gran reto: pluralizar España, diversificarla, hacerla poliédrica, cambiante, rica, proteica, múltiple: diversa.

Quien no es diverso no es nada al final del siglo XX. Hay que buscar siempre lo otro, salir de la uniformidad. Lo uniforme es gris, lo diverso es multicolor. Tenemos que enseñarle , esta gran lección a la Europa occidental; la oriental ya se la sabe de memoria. Eso de los franceses y los italianos y los ingleses tan ocupados con su lengua nacional, eso de los latinoamericanos que incluso prefieren hablar de castellano para ser más puros e independientes, hombre, todo eso es antiguo, anacrónico, arqueológico. Si un país no tiene seis o siete lenguas, no es nada, porque no es diverso, porque no es plural. Las autonomías tienen que hacerse posmodemas.

Doy, pues, mi apoyo incondicional a la enseñanza de la fabla aragonesa. Espero más iniciativas de esta índole, tan imaginativas, tan sugestivas, tan cálidas y vivas. Por la lengua propia hacia la plenitud autonómica, hacia la consumación de la pluralidad, norte natural de corazones y de lenguas. Y que le den mucho por saco a la lengua del imperio o de Cervantes, que, al fin y al cabo, no nos engañemos, viene a ser lo mismo, y, por otra parte, Cervantes tradujo el Quijote del árabe y, además, dicen algunos expertos de alcoba, de los que lo saben todo de cintura para abajo, que eso de las mujeres no iba mucho con él, o sea, que el hombre era diverso y posmoderno. Arriba la fabla.

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