La cara de gallina
Uno empieza a sospechar que estos premios industriales se convocan con un único objetivo: el negocio de la música, sean discográficas o editoriales, quiere vengarse de los que observamos el devenir de la música sin tener en cuenta el factor comercial. Como si dijeran: "Hemos pasado todo el año escuchándoos pontificar sobre lo que es bueno y válido y moderno; esta noche, vamos a explicaros quiénes son los que realmente valen, quiénes nos interesan".Nadie ha conseguido convencerme de lo contrario: lo hacen para espeluznarnos. Para bajamos los humos. Sí, se puede medir por la misma vara a Ella Baila Sola y a Extremoduro. No, no se nos cae la cara de vergüenza por colocar a Backstreet Boys en la misma clasificación que U2. En absoluto, no tenemos ningún inconveniente en jugar a Juan Palomo: todos los premios acaban en manos de artistas de multinacionales, que aquí no se trata de valores culturales, sino de ventas, market share, dinero contante y sonante, poderío al desnudo.
Se pueden permitir el placer de reescribir la historia: Luis Miguel es disculpado por Mónica Naranjo -"está en una gira muy triunfosa"- y luego alabado ya que "ha luchado desde pequeño" (se supone que a Compay Segundo, 90 años y competidor en la misma categoría, se lo regalaron todo). Y los señores de AFYVE nos dan en los morros: Paul Carrack bate a Van Morrison. No cabe dudar de los procedimientos democráticos por los que se deciden estos triunfadores pero ¿adivinan los votantes que van a inclinarse por artistas que cantarán en la ceremonia?
Añádase a semejantes lecciones el castigo de soportar a algunos caricatos y celebridades, invitados a presentar premios, cuyas gracias ayudan a hundir el acto en el pozo séptico. Tragad bocadillos de realidad, infelices. Así es la industria discográfica y así quiere ser recordada en 1997. No se pierdan la retransmisión del domingo por TVE: también se les quedará, como dijo al principio Miguel Bosé, la cara de gallina".
Babelia
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