La noche de Paul Vaquero
Hay en la tradición dancística varias Bernardas hechas por hombres; la mejor, sin duda, la de Mats Ek para el Cullberg Ballet, protagonizada por un inolvidable Luc Bouy -luego asumió el mismo papel con bastante buena fortuna Ivan Auzely: a los dos les hemos visto en España varias veces-. Otra Bernarda es la de Ivan Tenorio para el ballet cubano, que mereció a principio de los años setenta elogios en París y Nueva York. En Madrid no olvidemos al menos la de Rafael Aguilar, quizá su mejor y más contenida creación (estas dos últimas, sin travestidos).Anoche fue, sin duda, la noche de Paul Vaquero, ese joven valor a tener en cuenta que en este espectáculo crea y borda el papel de Adela en Bernarda, y que con su largo y sostenido solo frente a la gasa blanca brindó el mejor momento de baile de toda la noche. Fue su alternativa, dada por su maestro y moldeador, el propio Canales, y con un testigo de excepción, Pasqual, director muy famoso y reputado, aunque su trabajo, esta vez, queda en una gris bruma. Personalmente pienso que Canales no necesita de Pasqual para hacer ni una Bernarda ni un desplante. Volviendo a Vaquero, su baile no tiene ampulosidades ni excesos, su tacón es justo, discreto; su expresividad vuela al compás de su físico menudo y armónico. Canales ha escogido muy bien: pues mucha calidad hay también en Nacho Blanco, Juan de Morón o Rafael Peral. Un acierto teatral la intervención de María La Coneja como María Josefa, y el propio Antonio Canales hace un esfuerzo como actor para dar densidad y dominio matriarcal a su heroína.
Ballet Flamenco Antonio Canales
Bengues. (Suite sobre La casa de Bernarda Alba y variaciones sobre el Guernica). Guión, dirección, diseño de escenografía, vestuario y luces: Lluís Pasqual; música: José Jiménez, Ramón Jiménez y David Cerreduela; coreografía: Antonio Canales. Festival de Otoño. Teatro Nuevo Apolo, Madrid. 19 de noviembre.
La segunda parte fue un caos que se dejó llevar a sí mismo entre sofisticadas luces, un escenario ingrato y una estética obsesivamente leather con doma y castigo incluidos. Pensé entonces en Calambre, aquella importante obra de flamenco moderno y batas de cola de vinilo negro que Maguy Marin y el propio Canales pusieron en pie y pasearon por medio mundo. Mucho ha llovido, y ahora esa estética del exceso, aunque sea para rememorar un trágico bombardeo y una pintura genial, no casan del todo. El baile llegó a chispazos, Antonio espléndido por momentos -de nuevo, en gran forma-, como perdido en otros. Juan Andrés Maya, tremendista en su estilo, introdujo unos desventurados palillos que no sólo eran ajenos, sino raros en sí mismos. Tiempo, quizá les faltó tiempo.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.