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Verdadero o falso: los científicos miran el arte

Piezas antiguas y modernas se someten a las mismas tecnologías utilizadas en investigación

En los últimos años, el arte y la ciencia se han entrecruzado en las salas traseras de los museos y en laboratorios llenos de instrumentos diseñados principalmente para analizar células vivas, examinar estructuras minerales, inspeccionar piezas de cohetes y estudiar rocas lunares. Como resultado, la paleta del lenguaje artístico, la charla sobre pigmento y aglutinante, claroscuro y pentimento ("correcciones", en castellano), incluye ahora términos del léxico científico como fluorescencia por rayos X y espectroscopia por rayos infrarrojos.El papel del análisis científico en el mundo del arte empieza a compartir un lugar en las galerías públicas. Hace dos años, el Metropolitan Museum of Art de Nueva York celebró una exposición, Rembrandt not Rembrandt para demostrar cómo las tecnologías de rayos X y radiación nuclear contribuyeron a revelar los métodos del maestro holandés, a detectar los cambios producidos en las restauraciones y a distinguir los rembrandts auténticos de las obras de alumnos e imitadores.

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Desenmascarar falsificaciones

En el Winterthur, un museo situado en la localidad del mismo nombre, en el Estado de Delaware (EE UU), en los cuidados jardines de una finca que perteneció a la familia Du Pont y especializado en pintura estadounidense temprana y arte decorativo, los conservadores han dado a conocer públicamente las falsificaciones de su colección y ejemplos de cómo utilizaron la ciencia para descubrirlos. Su exposición Fraude, engaño y descubrimiento estará abierta hasta el 31 de enero.

Charles F. Hummel, conservador honorario en el Winterthur, afirma: "Para el público, el arte y la ciencia son como el agua y el aceite, no se mezclan. A nosotros nos parece una buena mezcla que nos permite autentificar e identificar materiales y también entender cómo restaurar piezas verdaderas".

Por ejemplo, utilizando tecnologías de la era espacial, los científicos del Winterthur han descubierto que en una colección de más de mil piezas de plata, supuestamente de plateros estadounidenses tempranos como Reveré, un 76% de ellas no eran auténticas; la mayor parte eran copias del siglo XX con las que se pretendía engañar a los coleccionistas. También dieron a conocer falsificaciones de cartas de George Washington y retratos de Charles Willson Peale. Descubrieron que aquella mesa en la que se supone que Thomas Jefferson escribió la Declaración de Independencia era en realidad una réplica que, con el paso de los años, llegó a ser considerada como la verdadera.

Hummel comenta: "La falsificación deliberada se sigue haciendo, pero no es un problema tan grave como el intento de hacer pasar reproducciones de buena calidad por la obra auténtica". En este último caso, son los propietarios y no los autores de la pieza los que perpetran el fraude.

Conservadores y científicos siguen debatiendo la procedencia de un cofre hermosamente pintado con el estilo alemán de Pensilvania. El examen de los orificios perforados, los clavos y la química de la pintura revela que la fecha pintada en la tapa -1792- es indudablemente un fraude. La cuestión que falta por resolver es si el cofre Himmelbergerin fue hecho realmente a finales del siglo XIX o a principios de éste.

Se empezó a sospechar del cofre, adquirido por la familia Du Pont en los años veinte, cuando los expertos en antigüedades se percataron hace unos años de que el estilo de la decoración pintada parecía del siglo XIX. De modo que sometieron una pequeña muestra de la pintura al análisis químico realizado con un instrumento conocido como espectroscopio de infrarrojos de transformada de Fourier. Una muestra bombardeada con luz infrarroja, invisible al ojo humano, reacciona produciendo una "huella" generada por ordenador de los diferentes compuestos químicos presentes en el objeto.

En este caso se descubrió que un pigmento verde contenía gran cantidad de estearato de cobre, un aditivo para la pintura que no fue introducido hasta finales del siglo XIX. Gregory Landrey, director de conservación del Winterthur, recuerda que en posteriores análisis los orificios del cofre fueron sometidos a rayos X con la misma energía utilizada en la consulta de un dentista y esto dio lugar a la prueba más reveladora. Las perforaciones habían sido hechas con un tipo de taladro que no existía en 1792.

Y además estaban los clavos. Habían sido hechos con alambre, una técnica de fabricación que no era común antes de 1870, y después martilleados de forma que parecieran clavos forjados.

¿Es éste un fraude deliberado? Landrey dice: "En la parte de atrás, las tuercas se ven desde el exterior. Si el artesano hubiera pretendido engañar a un coleccionista, no habría puesto cerrojos. Además, hay 18 clavos sujetando el fondo de un cajón. Eso no tiene sentido. Lo normal es que hubiera puntas de madera".

Cuando se le pregunta si, sabiendo lo que sabe, podría hacer una falsificación que engañase a los expertos, Landrey responde: "En realidad no. En las piezas antiguas hay rasgos de antigüedad detectables que no se pueden falsificar, como el envejecimiento de, las capas y la clase de depósitos que se acumulan".

Sólo una media docena de museos de Estados Unidos cuentan con unos laboratorios tan bien equipados para el análisis científico del arte, y Winterthur es el único que enseña esa clase de técnicas a los futuros conservadores de museos. En el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, los cuadros son examinados en un estudio de dos pisos con pantallas de luces para el estudio de los rayos X. La investigación se centra en los métodos de trabajo de los maestros y en la restauración de viejos lienzos. Pero cuando surgió la sospecha de que una de las adquisiciones del museo, Man of Sorrows, supuestamente de un pintor flamenco desconocido del siglo XV, era una falsificación, los estudios se volcaron en las labores detectivescas.

La ciencia de la dendrocronología, o datación de los anillos de los árboles, estableció que la tabla de roble sobre la que se aplicó la pintura procedía del norte de Europa y era de finales del siglo XV. El análisis por rayos X y bajo luz ultravioleta de la pintura y de los detalles del cuerpo de Cristo reveló que esta obra era auténtica casi por completo. Según Hubert von Sonnenburhg, presidente de conservación de pintura del museo, el estudio científico estableció que el cuadro "no es una falsificación absoluta, sino un original restaurado bastante ingeniosamente con componentes auténticos". Otros museos se unen en consorcios para aprovechar las nuevas tecnologías de investigación.

NYT News Service.

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