Inteligencia
"SI hay guerra en Irak, la responsabilidad será exclusivamente de Sadam", dice el ministro casual de Exteriores, Matutes. Vaya a paseo. Los domingos se encuentran en los periódicos, en el día de mayor tirada (dejará de serlo con esas entrevistas pesadas, aburridas y falsotas). Es una tristeza ver este friso ministerial tratando de dirigir a España. No es nuevo: los presidentes no buscan genios que les oscurezcan o contradigan. Nunca con la densidad de falta de talento en el Consejo como cuando Franco: entonces los chicos del coro nos hacían sólo gracia, porque sabíamos que el que decidía era el trágico señor (no hay que dejar de leer Llegada para mí la hora del olvido, de Tomás Val, Alfaguara; falsas memorias del tirano, tiranosaurio). No tranquiliza pensar que hoy, sobre los comparsas que hablan, escriben y declaran, hay una delantera temible (y el medio volante Miguel Ángel Rodríguez) y un presidente que tampoco brilla por su inteligencia. El pensamiento matutero responde a la declaración del otro, ofreciendo nuestro suelo a EE UU para sus aviones cargados de bombas contra la población civil: ni siquiera contra Sadam Husein, perdedor de la otra guerra y mantenido en su puesto para algo. Este suelo, ¿es de Aznar? Pero ¿Aznar es de sí mismo?(No hace falta ser tonto para decir tonterías: basta creer que los otros lo son. Leo a un hombre que tiene talento, aunque no el que tuvo, el admirable Vargas Llosa, cuando llora por la muerte de Isaiah Berlin, que "la doctrina liberal es el símbolo mismo de la cultura democrática". No es eso. La doctrina liberal no es "la de la tolerancia, los derechos humanos, la soberanía individual y la legalidad". No es eso. El liberalismo económico que padecemos es el que ha urdido esos textos o esas declaraciones para que resulten inútiles; el que ha devuelto al esplendor el "antiguo régimen" contra el que se hizo la democracia. No puede uno detenerse demasiado en Isaiah Berlin, ni en Popper, ni en los colaboradores de Claves; la vida es lo que es, y el que aplica la doctrina es Cascos, o Rato; o Aznar. Son temas de aquí y de ahora. Claro que Isaiah Berlin tuvo motivos para odiar el comunismo del que huyó, niño, de su casa, su familia y su religión; pero no confundamos su doctrina con la de nuestros ministros, nuestros economistas. Ni con la democracia. Claro, también, que Vargas Llosa tiene motivos para odiar al comunismo, porque estuvo vivo dentro de él. Pero su inteligencia le debía llevar a negarse al efecto rebote).
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