Difícil Historia de la Península
La Península -la única que en términos geohistóricos existe en la extremidad occidental de Asia, es decir, Europa- tiene una Historia de difícil elaboración, tema complejo donde los haya, pues la geografía no basta para situarlas puertas y los cotos, a lo que hay que unir la disparidad de criterios no tanto sobre los hechos del pasado, sino sobre su interpretación e incluso sobre la manera de nombrarlos. Sin llegar a esa lectura esencialmente biológica de Darwin según el cual "el presente es la clave del pasado", sin embargo, señalar de dónde viene Europa nos puede ayudar en buena parte a indicar a dónde va. O al menos a dónde puede ir. No sirve para la imposible tarea de adivinar el porvenir, sino, ante todo, para forjarlo, que es de lo que trata la Prospectiva, una Historia vuelta del revés.Así, quien se fije más en la componente cristiana de Europa, o incluso dentro de ésta, en la línea de divisoria con el mundo ortodoxo, podrá percibir el trazado de la ampliación en ciernes de la OTAN, o incluso de la Unión Europea, a unos sí y a otros no. Quien resalte las raíces latinas o mediterráneas llegará a pensar que la construcción de una Europa próspera no se puede hacer con una periferia en la que reina la miseria. Quien piense en los orígenes carolingios e incluso lotaringios, puede verse tentado a deducir que la división de Europa en Occidental y Oriental que se impuso durante la Guerra Fría era algo natural, cuando era sobre todo inmoral, aunque de ella se aprovechara esta parte. Quien busque sin embargo sus referencias en la visión occidental de Europa, incluso en la visión de los aliados de la Segunda Guerra Mundial, pondrá en el centro de sus preocupaciones la Comunidad Atlántica, la preponderancia de la Alianza sobre la Unión en el terreno militar, e incluso una cierta idea de que Rusia ha de quedar asociada a este empeño constructor. Pues al cabo, en todos los pasados y en todos los futuros de Europa, nos topamos siempre no ya con la cuestión de qué hacer con Alemania -que tanto trabajo ha dado en el pasado- sino qué hacer con Rusia. Y al cabo, lo que se haga será una integración en el futuro de algunas de estas dimensiones pasadas.
Algunos se han atrevido a abordar esta espinosa cuestión de definir con mayor nitidez la Historia de esta vieja Europa que tiene un pasado lleno de luminosidades, pero también de enormes monstruosidades. El último en atreverse en tamaño empeño ha debido ser el historiador británico de la Universidad de Londres Norman Davies, con su Europe, a History (Oxford University Press, 1996), "una" Historia que, pese a sus fallos puntuales, constituye un esfuerzo loable de 1.365 páginas en el que más que de distintas visiones de Europa o de Occidente se habla de "variantes".
El esfuerzo de Davies es un esfuerzo individual, como él mismo indica. Los proyectos colectivos de una -o "la"- Historia de Europa han fracasado hasta la fecha. El último, que reseña el propio Davies, fue impulsado por la Comisión Europea en busca de un libro de texto acordado por doce historiadores de los entonces Doce de la Comunidad Europea. Davies señala que fue una labor llena de dificultades y poco provechosa en que las sugerencias del francés de hablar de las "invasiones bárbaras" contó con la oposición del alemán que prefirió hablar de "invasiones germánicas". O la calificación de Francis Drake como "pirata" no pasó el visto bueno británico. El Libro de Historia Europea vio la luz en 1992, pero, indica Davies, no en todos los países: en Alemania no superó los estrictos criterios de evaluación de los Länder (Estados federados). A quince, o a veinte o a más como apunta el futuro, el pasado resultará aún más problemático, pero si no se lo domina con la memoria, como apuntara Ortega y Gasset, como un revenant, "vuelve siempre contra nosotros y acaba por estrangularnos".
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