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Rusia pacta con China el trazado de su gigantesca frontera oriental común

Aunque se siguen mirando con recelo, nunca desde los tiempos de Stalin y Mao, a comienzos de los cincuenta, habían sido tan fluidas como ahora las relaciones entre el dragón chino y el oso ruso. Gracias a ello, Borís Yeltsin pudo anunciar ayer, nada más aterrizar su avión en Pekín, que se ha completado la demarcación de la frontera oriental con China y se han sentado las bases para la utilización económica conjunta de varias islas fluviales en la zona.

"Sólo por eso merecía la pena el viaje", dijo el líder del Kremlin. Los dos presidentes llegan eufóricos a la cumbre, la quinta desde 1992. Yeltsin, espectacularmente recuperado de su operación a corazón abierto de hace un año (por si acaso, se ha llevado a su cirujano a Pekín), se muestra tan activo y prepotente como en sus mejores tiempos, y no deja de dar pruebas de que sólo él puede sentirse seguro en los pasillos y despachos del Kremlin.Jiang Zemin consolidó su posición en el último congreso del Partido Comunista (y primero sin Deng Xiaoping), celebrado en septiembre, reforzó en octubre su imagen internacional con su viaje a Estados Unidos y logró vender en su país, ya en noviembre, la idea de que la faraónica presa de las Tres Gargantas es una muestra de la nueva fuerza del régimen. Ni las protestas de los ecologistas extranjeros, ni los temores del millón de personas que serán trasladadas por el desvío el pasado sábado del río Yangtsé frenan el fervor nacionalista que embarga a los chinos a causa del mayor proyecto hidroeléctrico de la historia.

Ambos dirigentes parecen decididos a elevar sus relaciones no sólo hasta la buena vecindad, sino incluso hasta la amistad, aunque la historia justifica el escepticismo. Sea como sea, han flexibilizado sus posiciones en torno a la delimitación de su frontera común (4.300 kilómetros) que, sobre todo en el Este, ha sido motivo, en los últimos 300 años, de incesantes disputas y, más recientemente, de un grave incidente bélico: 90 soldados soviéticos y 800 chinos murieron en 1969 cuando Mao ordenó atacar una isla fronteriza en el río Usuri.

Hoy mismo, Jiang y Yeltsin firmarán un acuerdo sobre la frontera oriental que debe dejar zanjado el contencioso y que permitirá la utilización conjunta durante un periodo transitorio de algunas de esas islas de la discordia que, en teoría, deben volver bajo control chino.

Reticencias nacionales

El líder del Kremlin se enfrenta a reticencias de los dirigentes de las regiones fronterizas y a la oposición abierta de uno de ellos, Yevgueni Nazdratenko, el rebelde gobernador de Primorie, cuya capital es VIadivostok. Todavía falta la delimitación de la frontera occidental, mucho menos conflictiva.También hoy está previsto que los dos presidentes suscriban una declaración conjunta que probablemente reflejará su oposición a un mundo unipolar (es decir, a la hegemonía única de Estados Unidos) y pondrá el énfasis en su particular "asociación estratégica", aunque no sea fácil entender en que se puede diferenciar ésta de la que Jiang acaba de promover en Washington, incluso con ese mismo nombre.

Jiang y Yeltsin apoyarán ese paquete de acuerdos políticos en lo que, en el fondo, más les interesa: la cooperación económica. El presidente ruso no quiere quedarse al margen de los grandes negocios que se han hecho y se seguirán haciendo en China, y aún no ha digerido el disgusto por no haber logrado contratos importantes para la presa de las Tres Gargantas.

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