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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sectarismo peligroso

DESDE QUE Fernando López-Amor, diputado del PP, tomó posesión como director general de Radio Televisión Española (RTVE), los contenidos de los informativos en Radio Nacional y de la televisión pública han entrado en una pendiente de deterioro profesional y de sectarismo muy peligrosos para la credibilidad de un medio que se sufraga con dinero de todos los ciudadanos. Este deslizamiento, hacia el abuso informativo ha sido objeto de análisis en el Congreso, concretamente en la sesión de la Comisión de Control Parlamentario de RTVE celebrada el miércoles pasado. Los diputados de la oposición denunciaron hasta 17 casos de manipulación informativa en los telediarios y airearon como ejemplo más reciente el escandaloso silencio que Radio Nacional mantuvo durante 12 horas sobre el informe de José Barea, que sugería la existencia de un déficit presupuestario adicional de 600.000 millones y que solamente fue reconocido como información cuando el Gobierno aseguró que existía un contrainforme menos crítico con su gestión.El clima de sectarismo político y parcialidad de los informativos en RTVE es una apreciación que goza de amplio consenso social. Los ciudadanos que recurren a la radio y la televisión públicas para obtener información se encuentran con abundantes coberturas de los viajes y actos sociales del presidente del Gobierno, con un desfile incesante de ministros y altos cargos del Gobierno y con una empalagosa atracción por cuanto dicen o hacen los diputados del PP. Los actos sociales de relumbrón, las inauguraciones o la desvergonzada apropiación del dolor de todos los españoles, como la retransmisión del homenaje a Miguel Ángel Blanco en Las Ventas, cotizan hoy más alto en el mercado audiovisual público que la información imparcial y respetuosa con los hechos.

La desmedida y amable atención que se dedica al Gobierno se complementa en esta etapa de RTVE con la trivialización de los conflictos políticos, que pasan por las ondas y la pantalla pública en sordina y siempre con la explicación prepotente del responsable oficial. Si atendemos a la RTVE controlada políticamente por Francisco Álvarez Cascos y Miguel Ángel Rodríguez, el informe crítico de Barea no existió, el conflicto suscitado por la ministra de Educación sobre la enseñanza de la historia es un amable intercambio de opiniones, los socios del Gobierno nunca discrepan de los modos del Ejecutivo y la justicia española es un mar bonancible. En infausta compensación, los oponentes políticos del Gobierno o el PP tienen garantizada la exhibición continua de imágenes vejatorias, el desprecio a la presunción de inocencia o la confusión interesada de rumores sin contrastar con informaciones aquilatadas.

Sería una ingenuidad suponer que la información de los canales públicos ha sido hasta ahora objetiva, contrastada y de calidad. Todos los Gobiernos anteriores han sido acusados, con mayor o menor virulencia, de utilización de la radio y la televisión públicas en su beneficio. Pero si algo caracteriza la etapa de López-Amor, junto con la degradación acelerada de los programas de entretenimiento y la apuesta por la televisión basura -con desprecio manifiesto hacia los niveles mínimos de calidad que se exigen en todas las televisiones públicas-, es el descaro absoluto con que se exhibe e impone la sumisión incondicional a los intereses del Gobierno. La desinformación y el envilecimiento de la programación no han mejorado, como era de esperar, la situación de la casa. Las audiencias caen en picado, hasta bordear el ridículo en los nuevos programas de los periodistas amigos, mientras que la deuda sigue creciendo exponencialmente hasta los 600.000 millones previstos para 1998.

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En este deslizamiento hacia la arbitrariedad, algo tiene que ver el debilitamiento y progresivo arrinconamiento del Consejo de Administración de RTVE, fruto de la política de hechos consumados y de apropiación total de los contenidos que ha ejercitado el nuevo Gobierno para sofocar la pluralidad política e informativa. Cuatro consejeros han dimitido en los últimos 16 meses -el último, Andrés de Blas, el martes pasado-, mientras en el máximo organismo de control de RTVE se representaba el lamentable espectáculo de un director general que se niega a cumplir un acuerdo del Consejo, como es la sustitución del programa de debate dirigido por el periodista Luis Herrero, precisamente por falta de objetividad, veracidad e imparcialidad. El desprecio a la voluntad democráticamente expresada del Consejo es la mejor demostración de lo que opinan de verdad el director general de RTVE, López-Amor, y el Gobierno que le sustenta, de la pluralidad política e informativa.

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