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Reportaje:

El lado perverso de los adultos contra los niños

Sólo en 1995 la Administración protegia 14.000 menores maltratados en España

El lado perverso de algunos padres no respeta condición social ni económica, coinciden los expertos. Es más fácil detectarlo en familias con graves problemas sociales, pero existe otro, muy oculto, que mana del adulto con un cuadro psíquico difícil de diagnosticar. "Al principio no te lo crees, pero cuando vi que una madre aparentemente normal había pasado por todos los hospitales con el niño, sospeché", relata el fiscal de Menores, Félix Pantoja. En España, la Administración tuvo que hacerse cargo de 14.000 niños desprotegidos y maltratados en 1995, según los únicos datos de los que dispone Asuntos Sociales.

Era una madre que había paseado por todos los hospitales de Madrid para que le curaran al niño, que presentaba síntomas que podían responder a muchas enfermedades. "El niño había sido sometido a múltiples tratamientos y empecé a sospechar", relata Pantoja. Sin embargo, el origen de sus males había que ir a buscarlo "en la imaginación de la madre". El diagnóstico: síndrome de Münchausen, una alteración psíquica que lleva a que unos padres después de torturar a sus hijos les llevan a los hospitales convencidos de que padecen una enfermedad. "La madre era una enferma y probablemente no podía controlar su actuación. Aparentemente, los padres con ese trastorno son seres normales, luego descubres su obsesión", observa Pantoja.

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Este tipo de maltrato es muy difícil de apreciar. Son familias con unas relaciones sociales y laborales bien estructuradas, que no levantan sospechas. "Simplemente se descargan en los hijos y son un colectivo olvidado; y las instituciones no tienen bien estructurados los servicios de salud mental", opina Purificación Llaquet, presidenta de la Fundación Cooperación y Educación (Funcoe).

En cuanto a instalar en los hospitales cámaras de vídeo como hizo un pediatra en el Reino Unido [ver EL PAÍS, 28 de octubre], para sorprender a unos padres maltratadores reincidentes -la mayoría cumple esta condición-, "lo veo poco eficaz, porque el maltrato no suele producirse en los hospitales, sino en el entorno más privado", dice Pantoja. Pero no sería ilegal. "El hospital es un espacio público que no afectaría a la intimidad".

Más sencillo es detectar maltrato infantil en familias socialmente de alto riesgo. "Un día, una abuela nos trajo a un niño de 8 años con un moratón en la espalda. Al principio, cuando se quejaba el nieto, la abuela pensaba que quería llamar la atención, hasta que se dio cuenta de que sus padres, toxicómanos, se cebaban con él", relata una inspectora de policía. "Es tremendo porque llegan traumatizados. No confían en ningún adulto. Así son la mayoría de los casos que nos llegan, los derivados de situaciones de pobreza o socialmente complicadas, las otras apenas afloran", continúa.

"Nos preocupan los casos de los niños que no llegan a la Administración", dice la secretaria general de Asuntos Sociales, Amalia Gómez. La Ley del Menor, de 1996, y el Código Penal español definen perfectamente el marco jurídico de los derechos del niño. Al drama del maltrato infantil se le añade otro problema: casi nadie denuncia, a pesar de que casi todo el mundo sospecha, coinciden los expertos. Un ejemplo: al grupo de policía especial de menores (Grume) le llegaron, en 1995, de Madrid, tan sólo 258 denuncias de malos tratos y abusos sexuales contra niños; y el año pasado, 352.

El problema es que la gente no piensa que otros maltratan, o que el maltratador "tiene que tener un estigma", dice el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Javier Urra. "Y resulta que suele ser la gente más próxima y más normal".

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