Homenaje a Orfeón Donostiarra
El primer concierto sinfónico del nuevo Teatro Real estuvo dedicado al Orfeón Donostiarra en su centenario. El programa, de amplio impacto popular, estuvo consagrado a la música rusa en tres de sus grandes nombres: Borodín, Prokófiev y Musorski, a los que podíamos añadir los de Rimski y Glazunov, orquestadores del Príncipe Igor, y el de Shostakóvich, que hizo otro tanto con las Canciones y danzas de la muerte.Quizá se quiso evocar con la brillante obra de Borodín las primeras y ya lejanas presencias en Madrid del Coro de San Sebastián. Una de sus obras de batalla y triunfo era sin duda el Príncipe Igor. Hoy, esos pentagramas han perdido algo de su poder sorpresivo, de manera que escuchamos con mayor interés la cantata de Prokófiev sobre textos de Lugovski y el compositor Alexander Nevski, estrenada en Moscú en abril de 1939. Por otra parte, la versión de esta partitura, procedente como es sabido de la colaboración cinematográfica de Prokófiev con Eisenstein, fue uno de esos momentos cumbres en la vida del Orfeón. Como Víctor Pablo Pérez y su Sinfónica de Galicia respondieron a tono e identificados con sus colaboradores, y la solista Ewa Podles es una mezzo impresionante tanto por la materia densa como por la dramaturgia. El éxito fue excepcional.
Orfeón Donostiarra y Orquesta Sinfónica de Galicia
Director: Víctor Pablo Pérez.Solista: E. Podles, mezzo. Obras de Borodín, Mussorgski y Prokófiev. Teatro Real. Madrid, 1 de noviembre.
Entre las obras de Borodín y Prokófiev escuchamos las Canciones y danzas de la muerte, escritas por Musorski en 1875 sobre poemas de Golenischev-Kutosov, en la versión orquesta de Dimitri Shostakóvich. Cuanto hizo Ewa Podles en los cuatro dramáticos y líricos poemas accedió a los límites de lo insuperable. Hasta en el gesto, esta singularísima artista se produjo con una fuerza emocional y una veracidad tan hondamente humana que desde la Canción de cuna a El mariscal de campo quedó tensado un arco de belleza, potencia y perfección irresistibles. Al final, las ovaciones para todos, y especialmente para el homenajeado Orfeón, hicieron indispensables cuatro propinas.
Babelia
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