A favor, del "pensamiento único"
Como es sabido, lo correcto es hoy criticar lo políticamente correcto, como lo fácil es ironizar sobre el pensamiento débil y lo nacionalista es denunciar el peligro de los nacionalismos irredentos. En este mismo orden de cosas, lo único realmente unánime entre los intelectuales es ahora denunciar el pensamiento único como nueva versión, corregida y disminuida, de lo que en tiempos se llamó el pensamiento unidimensional.Esta concertada reacción no carece de algún precedente memorable. ¿No fue acaso el pensamiento único expresado en el Contrato-social lo que en 1765 consiguió el milagro de unir en contra de Rousseau al Tribunal de París y al Consejo de Ginebra, al papado y a Diderot, a los jesuitas y a D'Alembert? Pues ahí está ahora el pensamiento único del Mercado mundial para unir una vez más en su contra a los adeptos a los más variados discursos de la modernidad.
Pero, más allá de la unánime reacción que provocan, tanto la idea del Contrato como la idea del Mercado no han estimulado tanto lo único como lo diverso: la proliferación de intereses, puntos de vista u opciones sin Doctrina ni Estado interpuestos. Asistimos así a la paradoja de un pensamiento único a cuyo rescoldo compiten y se acumulan el discurso étnico y el ecológico, el homosexual, el feminista y el no-gubernamental, el comunitarista y el neo-liberal, etcétera.
Parece así que nos hemos quedado sin el Sujeto Histórico del cambio: "¡qué horror, Dios mío, qué confusión!". Esto es lo que denuncian ahora, escandalizados, los conductores de aquella Modernidad de sentido único, cambio automático y dirección asistida que se dedicaron a predicar la Transgresión artística, la Revolución política, la Subversión libidinal o la Planificación burocrática como la madre de todas las revoluciones o la panacea de todas las desdichas.
Y he de decir que lo comprendo. Comprendo que se escandalicen ahora cuando en el marco del pensamiento único se ponen una vez más en evidencia cosas tan obvias como las siguientes: Ítem 1: que la única verdad Política es la pluralidad de las verdades políticas. Ítem 2: que la democracia política esbozada por Clístenes en Grecia no pretendía tanto clausurar las identidades comunales o civiles, como negociar y pactar con ellas. Ítem. 3: que la idea misma de un mercado mundial pone en cuestión la equidad de un Estado de Bienestar basado en dar ayuda, pero no comprar los productos competitivos de los países pobres, protegiendo así sus cofradías laborales con precios de garantía. Ítem 4: que es, en fin, la propia impotencia e incapacidad de los Estados nacionales en el nuevo marco global lo que ha entregado al Mercado el aparente monopolio de la racionalidad y de la eficacia.
Todo esto parece bastante claro. Y también bastante distinto del liberal leninismo de quienes defienden hoy el Mercado mundial con ardor de conversos y predican la globalización como predicaban antes la dialéctica. No todo son ventajas en este nuevo mercado, ni mucho menos. También él tiene sus costes y externalidades. Nada más razonable, pues, que el proyecto socialdemócrata de mitigar sus costes sociales y sus efectos devastadores sobre el medio. Costes o efectos que, a corto plazo y distancia, son tanto o más visibles que sus beneficios, lo que parece va a impedir que este pensamiento único se constituya a su vez en un principio legitimador tan absoluto como aquel caldo ideológico entre mesiánico y vanguardista que nos vendía la moto de un futuro más bueno, bonito, barato, científico, justo, feliz, eficaz y solidario -el mismo que hoy ya sólo da para traducir el propio mercado en una amalgama a la albanesa del timo de la pirámide y el timo de la estampita: a la síntesis dialéctica de mafia y picaresca en que se han convertido tantos ex paraísos revolucionarios. Esos que desde Moscú desacreditaron el socialismo y parecen hoy dispuestos a desacreditar a su vez el capitalismo.
Otra cosa es, como dice Enzo Mari, que "igual como los fracasos e incluso los crímenes e incluso los crímenes de las religiones no han hecho desaparecer la fe en Dios", tampoco los fracasos, dogmatismos y crímenes que han jalonado la lucha por la Igualdad han de hacernos perder la fe en esta igualdad entre todos los hombres, la esperanza de que algún día ésta sea respetada, y la caridad que nos empuja a participar activamente en el empeño sin fiarnos demasiado de las dos virtudes anteriores.
Xavier Rubert de Ventós es filósofo.
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