Una actitud decente
Fue una persona cuyo físico era débil, pero era tal la fuerza de su carácter, la voluntad de su empeño, que aquella debilidad no era percibida por quienes compartían su vida y su trabajo. Si tuvo que arrastrar un corazón doliente, visitado en más de una ocasión por el bisturí, ello apenas lo notaban sus próximos. Sus amigos creímos que nunca moriría. Su carrera como creadora está llena de hermosas películas, direcciones teatrales y otras realizaciones artísticas en todas las cuales supo unir la estética con la ética.Su paso por la política, como directora general de Cinematografía primero y como directora general de RTVE más tarde, no fue trivial. Quien analice con perspectiva y objetividad esa andadura, concluirá que fue muy capaz de mejorar las cosas. Ambas instituciones las entregó mejores de lo que las había recibido. No era Pilar Miró persona que se adaptara cómodamente al tran-tran. Ni la monotonía ni la intrascendencia le resultaban gratas. Supo cambiar las cosas con arreglo a lo que ella consideraba justo y conveniente. Esta actitud, que es la única decente en la política y en la vida, le trajo muy desagradables consecuencias. Primero, un escándalo, tan injusto como hipócrita, y luego un largo proceso penal del que salió libre de toda culpa, mas no ilesa. Tras aquel calvario consiguió rehacer su carrera cinematográfica con buen pulso y con éxito. El año pasado fue multipremiada su película El perro del hortelano. Una apuesta difícil donde las haya, con un rodaje que tuvo serios problemas económicos para verse terminado. Llevar a la pantalla una obra de Lope, y por lo tanto en verso, no es apostar por lo fácil. Pero a ella, a Pilar Miró, nunca le gustó transitar los caminos ya andados. Quienes la quisimos, la recordaremos con el cariño que le dimos y nos dio. No la olvidaremos. Tampoco a quienes pretendieron lincharla, quienes ahora, en la hora de su muerte, disimularán la maldad con la que le trataron.