"La enseñanza debería insistir en las diversas culturas ibéricas"
El poeta y académico Pere Gimferrer ha añadido esta semana un nuevo premio a la larga lista de galardones que ha recibido su obra literaria. Se trata del Nacional de Cultura que otorga la Generalitat de Cataluña, dotado con tres millones de pesetas. Los motivos: "Por, la edición definitiva de su Dietari complet, que culmina una de las obras básicas en este género en la literatura catalana" y porque en 1996 Gimferrer publicó también Mascarada, "una de sus obras poéticas más importantes".P. Supongo que la primera reacción es de satisfacción.
R. La nueva edición del Dietari añade 104 textos no recogidos anteriormente en libro y me alegra que el jurado del premio lo haya sabido apreciar. También me satisface que destaquen Mascarada, que es un libro muy distinto de lo que había hecho hasta ahora y que no sabía cómo lo acogería el público.
P. ¿Por qué escribió el Dietari entre 1979 y 1982?
R. Me animó Lorenzo Gomis, que era entonces director de El Correo Catalán. La idea era poner en contacto el lenguaje literario catalán con las realidades más diversas. Hablar de cultura, pero también de fútbol. De Monteverdi y de Helenio Herrera. Quería ver qué pasaba, ya que muchos de estos aspectos no habían sido tratados en catalán escrito. Además estaba el esfuerzo de escribirlo día a día con la pretensión de hacer literatura y no periodismo. De todos modos, no he vuelto a este género porque me gusta cambiar de registros literarios.
P. Dentro de un mes aparecerá la traducción castellana de Mascarada, hecha por Justo Navarro. ¿Cómo nació el libro?
R. Surgió entre septiembre y octubre de 1995. El tema esencial es la contraposición entre el amor y la muerte, unido al paso del tiempo (acababa de cumplir 50 años) y a la memoria personal. Justo Navarro ha hecho una traducción manteniendo la misma métrica del original, pero el registro lingüístico no puede ser el mismo, por supuesto.
P. Hay quien sostiene que poesía es la parte de un poema que se pierde con la traducción.
R. Goethe, en cambio, decía que sólo puede traducirse la buena poesía. Las dos opiniones son sostenibles. Este verano, por ejemplo, he leído la poesía de Pasternak en dos traducciones, la francesa de La Pléiade y la castellana, de Marià Manent. La primera mantiene la métrica, pero la segunda, aun siendo menos fiel, es mucho más literaria.
P. Cuando se publicó Mascarada en catalán, se habló mucho en la prensa de dos aspectos: el político ("es cosa baja ser criado de alguien como Felipe González") y el erótico, especialinente las alusiones a la coprofilia.
R. El libro tuvo un éxito muy notable y la crítica en general fue muy favorable. Imaginaba que habría una reacción por el aspecto político, pero no me esperaba las reacciones de sorpresa por la parte erótica. Curiosamente, todas me han llegado por parte de hombres. En las mujeres no ha producido ninguna desazón. Parece que vivimos en una sociedad más puritana de lo que pensamos.
P. Los silbidos a Raimon en Madrid, ¿eran una pura anécdota o evidencian que hay un problema lingüístico?
R. Hay en esto un problema fundamental, que es la concepción general que se pueda tener de las culturas ibéricas. Había una concepción que hace unos cien años dibujó Menéndez Pelayo en la que el patrimonio cultural lo constituían las diversas lenguas de España. No obstante, la enseñanza recibida por una serie de generaciones después de la guerra civil no tiene nada que ver con esta idea ni con los hechos históricos de la coexistencia de la lengua. En 1555 se publicaron en Valladolid las poesías de Ausiàs March en catalán... En la parte histórica, Menéndez Pelayo tiene toda la razón, pero la enseñanza no va en este sentido. Debería insistir en las diversas culturas ibéricas. Todos los problemas vienen de aquí.
P. ¿Es optimista con vistas al futuro?
R. Falta mucho para llegar a lo deseable. La generación del 27 fue la última que vivió una enseñanza orientada hacia la diversidad de culturas de España. Aparte del tema de la enseñanza, está la idea de que en algún sentido sustancial la, digamos, unidad de España tiene que ver con la unidad idiomática. Pero esto no tiene una base histórica. Es una idea equivocada. En la época de mayor proyección de España, con Carlos V, éste escribía en catalán cuando se dirigía a sus súbditos catalanes. Y así lo hicieron Felipe II y Felipe III. Luego se perdió, hasta que lo ha recuperado el Rey actual.
P. ¿Peligran el catalán o el castellano en Cataluña?
R. Es improbable y casi imposible que ninguna de las dos lenguas desparezca del uso diario. Ahora bien, el problema no es sólo éste. En el campo cultural, el castellano se mantendrá, sin ninguna duda. En cuanto al catalán, el peligro es que se mantenga sólo en el uso cultural. En el noucentisme, la idea era que ya había una base lingüística fuerte y que lo que había que hacer era preocuparse de la lengua de cultura. Ahora pasa al revés: se tiene que potenciar la base y algunos gestores políticos lo están haciendo. El peligro, sin embargo, es que el catalán quede sólo como lengua del fútbol y de los concursos televisados. Otro peligro es que se vuelva a una literatura catalana como la que había antes de Verdaguer, con base popular amplia pero con menos calidad literaria. De todos modos, el problema de la masificación lo tiene cualquier cultura.
P. ¿Qué opina de la cuestión de la lengua en Valencia?
R. No creo, que nadie discuta que la lengua que se habla allí es el valenciano. Ahora bien, el diccionario de la Real Academia deja bien claro que el valenciano es una variedad del catalán. En 1980, por cierto, cuando era presidente del Gobierno Adolfo Suárez, me dieron un premio por la traducción de las poesías de Ausiàs March y recibí un diploma, firmado por Íñigo Cavero, en el que se indicaba que me lo daban por traducir a March del catalán al castellano... Por otra parte, también en Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante, hay una nota previa que señala que el libro está escrito en cubano.
Babelia
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