Yeltsin denuncia que las bandas criminales se han lanzado a la conquista del poder en Rusia
Borís Yeltsin se metió ayer en el traje populista, con el que suele dirigirse a sus conciudadanos, y aseguró en un mensaje radiado que los criminales han lanzado un asalto al poder y que la corrupción alcanza a jueces, fiscales, inspectores de impuestos, generales y diputados. El Estado que dibujó el líder del Kremlin parece una damisela indefensa enfrentada a una jauría de lobos rabiosos de codicia. Yeltsin, por supuesto, se presenta como el príncipe valiente capaz de rescatarla. 0lvidó decir que él mismo es el máximo responsable político de que las cosas hayan llegado a tales extremos.
"Nos enfrentamos a un fenómeno extremadamente peligroso", aseguró Yeltsin. "En busca siempre del dinero fácil, los elementos criminales intentan introducirse en el Gobierno". Ahora mismo, admitió, hay más de 2.500 funcionarios que están siendo investigados por corrupción. La cifra parece a simple vista impresionante, pero no lo es tanto si se tiene en cuenta que, un día antes, el Ministerio del Interior había anunciado que, en los últimos tres años, 11.137 funcionarios corruptos, la mayoría de órganos ejecutivos, han dado con sus huesos en la cárcel.El presidente puso ejemplos de lo que califica de "síntomas de una grave enfermedad que es más fácil de prevenir que de curar": ex gobernadores que esperan juicio en la cárcel, generales y almirantes acusados de fraude, inspectores fiscales y aduaneros procesados por corrupción y diputados regionales que dirigen bandas criminales. "No les importa a qué puesto acceden", añadió, "ya sea diputado, gobernador o alcalde. A veces les basta con adquirir relaciones útiles con los distintos estamentos del aparato del Estado".
Por alucinante que pueda parecer, el retrato se queda incluso por debajo de la realidad, ya que las mafias están introducidas en bancos y grandes empresas, estatales y privadas, y pasan factura por protección sobre la mayoría de los negocios.
A Yeltsin le gusta hablar claro, demasiado a veces. No le importa asegurar que "los jueces están indefensos ante la presión de las estructuras criminales", o que la delincuencia y la corrupción "tienen sus raíces en un Gobierno inadecuado". Eso no significa, sin embargo, que vaya a hacer mucho para remediar la situación. De hecho, esta criminalización de la vida política, social y económica es un fenómeno nuevo, inexistente en tiempos de la Unión Soviética y desarrollado desde que él llegó al poder, en 1991.
Dentro de seis meses, lo más probable es que la situación no haya cambiado sustancialmente, y no tendría nada de extraño que lanzase, otro mensaje tan explosivo o irás que el de ayer.
Culpar a los demás
Es parte de una peculiar forma de dirigir el país que complementa con una habilidad única para admitir que algo va mal pero que la culpa es del prójimo, ya sea la oposición o sus ministros. Su coartada suele ser eficaz. Y eso vale tanto para los atrasos sin pagar a militares, médicos o maestros como para escándalos de corrupción o privatizaciones polémis.
"Los criminales creen que Rusia les pertenece", aseguró Yeltsin en su mensaje. "Nos están arrojando el guante a la cara. Pero no triunfarán. No les dejaremos que destruyan Rusia. Su lugar no está en el Gobierno, sino en la cárcel".
Palabras que se quedarán en nada si no van acompañadas de acciones concretas. No es fácil que baste, como dijo también ayer, con "crear una atmósfera de intolerancia general para que la tierra arda bajo los pies de los bandidos". Para lograrlo, concluyó, es preciso evitar los negativos efectos secundarios de las reformas económicas, empezan do por "la pobreza que a veces empuja a la gente a robar". Uno de sus objetivos teóricos, acabar con la presencia de delincuentes en el Parlamento y en las asambleas regionales y locales, está muy lejos de conseguirse. Hace unos días, el ministro del Interior, Anatoli Kulikov, dijo que unos 50 diputados de diversos niveles tienen antecedentes criminales.
Ayer debía haber ampliado los datos en la Duma (Cámara baja), dominada por la oposición comunista y nacionalista. Sin embargo, finalmente envió a su adjunto con el pretexto de que tenía una cita anterior... Y eso que el presidente cree que "la inmunidad parlamentaria es con frecuencia un impedimento a la investigación criminal" y que muchos cargos electos utilizan su posición "corno tapadera de sus actividades ¡legales" o de sus relaciones con las mafias.
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