_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Autoestima del auto

Tras varios años de coches aburridos, tendentes a la igualación y resistentes a romper el canon que marcaron los japoneses en los años ochenta, el último salón de Francfort augura un año 2000 más confiado y propicio. La industria del automóvil ha sido, desde después de la segunda guerra mundial, un indicador del humor social y, desde principios de siglo, el más directo signo de prosperidad o estancamiento en el teatro urbano. Bastaría una fotografía sobre la avenida de la capital para calibrar el desarrollo de un país y, comparativamente, su estado de ánimo y su posible. expectativa.A diferencia de salones precedentes, Francfort ha dejado de exhibir ejemplares futuristas porque ¿cómo seguir fantaseando sobre el futuro cuando ya está aquí? El año 2000, ese tiempo que encarnó el futuro absoluto, se ha deshecho en un suceso vecinal sin fascinación posible. A cambio, los coches del 2000, estos que han nacido en Francfort, son más prácticos, consumen menos y terminan con el ideal aeroespacial. Definitivamente, el coche abandona la repetida ilusión de ser como un avión -una vez que había dejado de ser una calesa- para atenerse a la superficie del planeta. Durante los años ochenta esa superficie fue evocada principalmente como Un medio acuático y los coches asumieron la forma de cetáceos. A la liquidez financiera de los años especulativos respondió un modelo automovilístico que se abría paso con la morfología y la profundidad de un pez. Fue, después, coincidiendo con el parón económico en torno a 1990 cuando sobrevino la generación de los todoterreno, recios y briosos, capaces de afrontar tiempos y parajes más difíciles. Junto a esta tropa de autos musculados se gestó también el monovolumen familiar -imagen del hogar preservador de la inseguridad exterior- representado por el Espace de Renault y toda su prole. Así, durante media docena de años, gracias al éxito de los jeeps y los monovolúmenes las berlinas no han hecho más que bajar en la proporción global. En Estados Unidos, en 1995, los 4X4 y los monovolumen rebasaron por primera vez en porcentaje al coche convencional y junto a esta tendencia, patente todavía, han surgido otras dimensiones más. Concretamente, la minidimensión. Mercedes lanzará pronto su pequeño Clase A pero, además, en asociación con Swatch, a comienzos de 1998 llegará el Smart de 2,5 metros de largo. Como marca la informática, los artefactos reducen su tamaño de un lado y aumentan, de otro, la velocidad. Para los coches urbanos, casi todas las marcas cuentan con su modelo menudo; desde las coreanas (Hyunday Atos, Daewoo DÁrts) hasta algunas norteamericanas (Chrysler CCV). Minicoches de miniconsumos, minicoches eléctricos y hasta un triciclo -mitad coche, mitad motor, el F300 Life jet- se ha inventado Mercedes que, tras años de respetar su porte ha roto con la solemnidad. Sus "minis" o sus todoterrenos son muestra de ello, pero también los diseños interiores para horteras con los que ahora vende su nuevo cupé KLC.

Descapotables, cupés, deportivos en cualquier firma es la otra novedad consolidada. Como si se tratara de un pronóstico, un horizonte soleado y llano aparece delante de estos modelos euforizantes. Un ciclo económico alcista y extraordinariamente prolongado en el tiempo impulsa a aumentar la potencia en los motores y la evocación de lo veloz. Desde el nuevo Volvo C70 al Alfa 156 de Da Silva pasando por los Mondeo o MZ denotan la nueva fe en el porvenir. Los entusiasmos con que Volkswagen ensaya su A2 y su Skoda Octavia, la osadía con que Porsche ha reformado su 911, la nueva agresividad de Volvo con sus S40, la contagiosa alegría coreana, la inyección directa, el "conducto común" y los diesel biturbo; la mejora global de la confortabilidad y la riqueza interior hacen pensar en coches dispuestos para dar placer antes que servicio estricto y concebidos para difundir el mensaje de que las cosas marchan bien cuando el coche cree de nuevo en sí mismo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_