Paisaje frío

En una noche musical en la que la experimentación era denominador común, levantó el telón un grupo nuevo, pero ya con relativa fama en el circuito de los más informados: Asian Dub Foundation. Sus armas eran persistentes bases rítmicas jungle, dureza guitarrera y una concepción un tanto obsesiva del rock, pero se echaban en falta estribillos con los que quedarse. En esto último eran la antítesis de las estrellas de la noche: Primal Scream. La banda de Boby Gillespie está especializada en estribillos a la manera stoniana -piénsese en Satisfaction- que se pega con facilidad a la oreja, pese a lo árido de unos arreglos musicales en los que la querencia por le baile y las máquinas deriva en un paisaje frío de ambiente francamente industrial. Seguramente acorde con algún polígono industrial que pudiera haber en Escocia, su tierra natal. A esto se añade que Primal Scream no llevan batería humano, con lo que la programación de los ritmos cuadricula de modo definitivo el resultado final.El grupo se situó bajo los focos a los sones del tema que abre su último elepé, Vanishing point: la canción Burning WheeL Desde el principio varias cosas quedaron claras: que la disposición al movimiento por el escenario de su líder y cantante era inexistente; que el uso de sonidos pregrabados iba a tornarse abuso, generando cierta sensación de fraude en aquellos espectadores que aún creen en lo de que el sonido de una banda de rock ha de ser, más o menos, la suma de los sonidos de sus músicos componentes. Que Primal Scream sigue nadando en muchas aguas estéticas, mientras realiza su principal aportación a la historia de la música: ayudar a conformar el rock del siglo que está a punto de sobrevenir. En ese sentido, la fusión de hombre con máquinas -rock con dance- estuvo impecablemente conseguida. Así, convivían tramos que parecían robados a Jagger y Richards con otros en los que dominaba un hipnótico trip hop de enorme calado en el público de hoy.