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Tribuna:AULA LIBRE
Tribuna
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Liberalismo y escuela pública

Me ha inquietado la reciente fotografía del presidente del Gobierno y la ministra de Educación y Cultura bajo el retrato de Francisco Giner de los Ríos en la Residencia de Estudiantes con motivo de la entrega del legado de Luis Cernuda. Mi desasosiego no viene tanto por su presencia allí como por las palabras de Aznar, que cree que las viejas querellas están ya "allí donde habite el olvido" y porque Esperanza Aguirre está convencida de que su política educativa es liberal.

Nadie duda del liberalismo político y educativo de Francisco Giner de los Ríos. Un liberalismo que defendía sin fisuras la escuela pública y desconfiaba de los partidarios de la escuela privada. Aquel liberalismo no estaba obsesionado por el mercado: le preocupaba la libertad de las ideas, que los niños y niñas se educaran sin los dogmas políticos, religiosos o filosóficos de sus mayores; y por ello desconfiaban de los colegios privados y estaban convencidos de que la escuela pública, la organizara el Estado o la sociedad civil, era más adecuada para difundir los valores de la ciudadanía. Era un liberalismo que proclamaba la supremacía del individuo, lo que no implicaba la supremacía de lo privado sobre lo público.En España se desconoce bastante qué significa escuela pública. En el pensamiento de Giner es una escuela antidogmática, que fomenta el respeto y la tolerancia hacia todos, conforme a los valores de un Estado de derecho; que no selecciona a los alumnos en el dintel de su puerta; que acoge a todos sin distinción de sexo, raza, religión, origen social o recursos económicos. Muchas escuelas privadas están muy motivadas en sus fines por promover a sus alumnos procesos de indoctrinación en una particular idea filosófica, religiosa o social con el consentimiento más o menos explícito de los padres. La escuela pública, al contrario, busca sobre todo fomentar los valores fundamentales y comunes por encima de las clases y las convicciones particulares. Y esto se olvida, como ha recordado Gimeno Sacristán, porque a la escuela pública no la define su titularidad estatal, sino porque, como decía Buisson, es un hogar común donde se va a educar ciudadanos libres en un país libre.

¿Pueden cubrir estos objetivos las escuelas privadas o eufemísticamente llamadas de "iniciativa social"? No lo dudo, si conceptual y organizativamente se convierten en públicas, si no rechazan en sus aulas la escolarización de gitanos o inmigrantes pobres, si abandonan su talante adoctrinador y clasista, si están dispuestas a asumir esos ideales que acabo de describir. A la escuela pública no la define su titularidad, sino su intencionalidad.

De ahí mi inquietud ante esa imagen pedagógica, porque creo que la ministra no ha entendido nada; está convencida de que la educación puede organizarse como un mercado, cuando escuela es todo lo contrario a negocio: un lugar donde se enseña a pensar en libertad, sin la presión de lo perentorio, sin la presencia de los intereses partidarios y credos. Lejos de su ideal está la selección social, el que mis niños se traten con otros de buenas familias, y que la calidad educativa, ¡vaya por Dios!, descanse en el profesor de idiomas nativo o en un amplio elenco de actividades extraexcolares. ¡Qué poco sabe de la vida del aula!, ¡ay, y de la familia!

La escuela pública será todavía una querella entre nosotros mientras no aclaremos hacia dónde intentamos llevarla: no se puede conjurar entrando en la casa de Giner para luego negarle. Si la creencia de la ministra es que la libre competencia entre colegios va a mejorar la calidad de la educación, a mi inquietud se une una sensación de pánico. Los ideales sociales democráticos y el espíritu cívico se construyen en gran medida por la posibilidad de conocer y respetar a los que son distintos a nosotros, y que, pese a toda diferencia, podamos llegar a convivir sin maltratamos.

Eugenio Otero es director de la Escuela de Magisterio de Lugo.

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