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Tribuna:EL COMIENZO DE LOS FUNCIONARIOS
Tribuna
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La realidad sinidical en el Ayuntamiento de Madrid

A. LÓPEZ VELASCO / F. JAVIER CALVO RAMOSLos autores replican a las reflexiones del concejal de Personal sobre las relaciones con los sindicatos y critican la falta de una política laboral del municipio madrileño .

Merece consideración y es de agradecer que un concejal de Personal como el señor Herráez haya decidido, tras un lento rodaje de un año, convencerse de sus funciones y se haya atrevido a opinar públicamente sobre la situación sindical en el Ayuntamiento de Madrid. Eso es lo que precisamente debería haber hecho, ceñirse a la situación de nuestra capital, y no plantear su reflexión acerca del sindicalismo en un ámbito que le supera ampliamente y en unos términos demasiado maniqueos como para, a finales de siglo, tomarlos en consideración y, muchos menos, en serio.Porque rememorar torpemente una peculiar idea del frentepo-pulismo (partidos de izquierdas y sindicatos de clase unidos en mezcla beligerante) para ni siquiera contrastarlo con ninguna otra idea o posición, sólo se le puede ocurrir a quien o bien se encuentra excesivamente cómodo con el apoyo de un 35% de la representación sindical en el Ayuntamiento de Madrid, o bien decide, para que no suponga ningún problema sociológico en su conciencia, ignorar al 65% restante, intentando su descrédito de cualquier modo. La realidad sindical, y concretamente la mayoría de los sindicatos de clase, parece ser lo que profundamente molesta a Sigfrido Herráez. Cierto es que la idea de sindicalismo de clase, como intento de superar revolucionariamente la dominación de la burguesía, debe ser adecuada a la realidad actual que tanto la UGT como CC OO tienen en cuenta cuando ejercen su función social.

Función social que para nuestros dos sindicatos, a diferencia de los "independientes" y "profesionales-corporativos", sí supone una posición frente a problemas sociales más amplios, que necesariamente reclaman soluciones políticas. A nadie, y menos a un político de la experiencia y relevancia de Herráez, puede sorprender que tanto CC OO como UGT incluyan dentro de sus resoluciones y declaraciones enunciados como, por ejemplo, las relaciones pacíficas y solidarias internacionales, la defensa de la educación y sanidad públicas y la aspiración a un sistema económico que no suponga la explotación del ser humano.Y para que esta última frase no parezca un bonito enunciado utópico, bueno sería recordar elcompromiso y pragmatismo que han demostrado los sindicatos de clase, aun a riesgo de crítias y contestación, en nuestra historia y en asuntos tan actuales y controvertidos como el proceo de la Unión Europea.Los temores del concejal de Personal en cuanto a lo que él víene a llamar trente común excluyente de los sindicatos de clase frente a los grupos minoritarios son los de alguien que encuentra especialmente interesante la política de "divide y vencerás" como mejor gaantía de aplicar sin posición alguna una prepotente política de personal, por llamar de algún modo a los continuos parches que el equipo de Gobierno municipal se ve obligado a practicar para no caer de la cuerda floja ante más de 18.000 trabajadores.Ocurre, simplemente, que esa política de personal del Ayuntamiento de Madrid no existe ni como análisis ni como estrategia. Desde que ocupa el cargo, simultaneándolo con las responsabilidades de Vivienda, Sigfrido Herráez se ha limitado a poner en práctica poco brillantes tácticas de resolución de graves problemas, sin ningún tipo de previsión.

Para ilustrar todo ello, basta recordar el desorbitado aumento de horas extraordinarias a través de prolongación de jornada en algunos colectivos muy específicos. Ya que habla de asumir la congelación salarial, convendría recordar que, con el gasto presupuestado que suponen esas horas extraordinarias antes citadas, se podría subir el sueldo de todos los empleados municipales un porcentaje doble al IPC previsto para el año 1997, o aumentar el empleo público en unos tiempos de desempleo que a todos preocupa.

No merece la pena detenerse siquiera en el asunto de la financiación de los sindicatos, porque las sospechas que insinúa Herráez son fácilmente puestas en contradicción con sólo ojear la prensa actual y de un pasado reciente hasta encontrar asuntos que incluso llegaron a los tribunales de justicia, por muy prescrito que resultase algún que otro delito. Por otra parte, dicho sea esto de pasada, es de suponer que nuestro concejal no tendrá condonadas las cuotas de su propio partido como para aventurarse a sugerir que desaparezcan las de los afiliados a los sindicatos.

Resulta interesante, a la luz de la conclusión de que lo preocupante para el concejal de Vivienda es haber sido incapaz de firmar una revisión de convenio y ,una oferta pública de empleo para este año con los sindicatos de clase, describir los defectos básicos de su política:

a) Falta de interés y capacidad para elaborar un catálogo de puestos de trabajo que describa las funciones de todos los trabajadores municipales de manera que sirva dé base racional para estimar complementos retributivos y, fundamentalmente, permitir la planificación de los recursos humanos de este Ayuntamiento, su promoción y formación.

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b) Falta de cultura en materia de salud laboral. Si bien es cierto que algún avance se ha producido, gracias sobre todo al interés y trabajo documental precisamente de los sindicatos de clase, en la propuesta de elaboración de un Plan de Prevención de Riesgos Laborales, lo cierto es que las inversiones son muy escasas para solucionar crónicos y sangrantes problemas que afectan directamente a la calidad del trabajo de los empleados municipales.

c) La formación de los trabajadores se ve lastrada por inercias corporativas y escasez de presupuesto. Sólo la aportación de las subvenciones por vía de los Acuerdos. para la Formación Continua (firmados, curiosamente, por el propio Gobierno de la nación con los sindicatos de clase) logra paliar la gravedad de la situación.

d) La concejalía sufre el acoso y la presión de los distintos servicios de manera que éstos terminan por llevarse el gato al agua e imponer un auténtico reparto feudal en materia de personal dentro del Ayuntamiento. Parece como si la personalidad política del concejal fuese indolente en este sentido y permitiese que las presiones de despacho, acaso más poderosas, primen, llegado el caso, sobre la movilización social.

e) Igual de errática, previsiblemente condicionada por intereses ajenos a la gestión pública, es la política privatizadora de los servicios municipales. Debe quedar muy claro que cuando los sindicatos de clase reclamamos la participación en este asunto, lo hacemos al amparo de lo acordado en nuestro propio convenio (firmado por todos los sindicatos municipales), donde se establece que se tomarán en consideración las propuestas sindicales y se evitará la privatización.

f) No encontrará el concejal de Personal mejores interlocutores para desarrollar una correcta gestión que los sindicatos de clase, porque encauzan razonablemente reivindicaciones e intereses generales de los trabajadores que, de otra manera, quedarían peligrosamente dispersos y sometidos a voluntades muy particulares. Conoce el talante negociador de la UGT y de CC OO y su búsqueda del acuerdo, sentido último de la labor sindical. Si prefiere enfrentarse en próximos años a una descabellada sopa de letras sindical, no tiene, más que mantener y poner en práctica las ideas que manifiesta en su artículo de opinión.

Antonio López Velasco es secretario general de UGT del Ayuntamiento de Madrid, y Francisco Javier Calvo Ramos es miembro de la Ejecutiva de CC OO del Ayuntamiento de Madrid.

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