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La mediación de la nueva Roma

Andrés Ortega

A finales del siglo pasado, afirmaba Ernest Renan que "el principio de la federación europea puede ofrecer una base de mediación parecida a la que ofrecía la Iglesia en la Edad Media". El francés desconocía entonces lo que iba a ser más de cien años después la Unión Europea y sus instituciones, poco federales. Pero parecía presagiar.. un fenómeno que ha ido creciendo a lo largo de estos años y que en estos meses se ha puesto de relieve con crudeza en España: como en la Edad Media duques, condes y reyes acudían a menudo al Papa para dirimir sus disputas y buscar amparo ante injusticias, hoy la Comisión Europea y el Tribunal de Justicia de Luxemburgo se ven impelidos a asumir función similar de arbitraje; fenómeno a la vez reconfortante y preocupante.Bruselas, como comenta el maestro Francisco Rubio Llorente, se ha convertido en ese tipo de instancia de defensa frente a las arbitrariedades y los excesos de poder, al menos en los ámbitos -como la defensa de la libre competencia, aunque no siempre con acierto- en los que los Estados, ante la globalización y la mayor complejidad de muchos asuntos, son insuficientes en sí mismos.

Es lo que está ocurriendo con la televisión digital o con la entrada de Telefónica en el mundo de los medios de comunicación, o con los derechos de retransmisión del fútbol. Habrá que ver el resultado final, pero, de no ser por la existencia de un ordenamiento superior, el actual Gobierno en España, a golpes de leves digitales o a través de un largo brazo en una compañía ahora formalmente privada pero que aún disfruta de un monopolio básico y una dirección afín, podría haber logrado sus propósitos contra Canal Satélite Digital, proyecto liderado por el Grupo PRISA (en el que, disponga el lector de esta información, trabaja el que escribe esto).

En parte, esta clase de recurso a una nueva Roma resulta claramente neofeudal, aunque este fin de siglo tiene mucho de nuevo medioevo, sólo que mucho más complejo. Bruselas forma parte intrínseca de las reglas del juego; pero éstas son unas reglas que el Gobierno contempla con distancia cuando no le convienen. Se muestra reticente, esquivo o engañoso cuando Europa actúa en contra de sus intereses. Pero pone la responsabilidad de Europa por delante cuando se trata de los algodoneros. De persistir en tal actitud, el Gobierno arriesga no ya su propia credibilidad, sino la credibilidad europea de España, conseguida paso a paso. con esfuerzo a lo largo de muchos años. Y va a necesitar esta credibilidad en un futuro nada lejano para defender no ya intereses de país, a pesar de la bonanza económica y de las buenas perspectivas de cara a la participación en la moneda única.

Hay que cuidar con extremo celo la cultura europea que este país ha forjado a lo largo de la transición e incluso antes, pues está íntimamente ligada a los conceptos de democracia y libertad que se han desarrollado, no sin dificultades. Unos conceptos que no significan sólo el dominio de la mayoría salida de las urnas, sino el respeto de unas reglas del juego contenidas en la Constitución, sí, mas también en el ordenamiento europeo.

Con su misiva de agosto a los presidentes de la Comisión Europea y del Parlamento Europeo, la Unión de Fiscales Progresistas pretendió alertar sobre una instrumentalización por el Gobierno del ministerio fiscal en beneficio de sus propios intereses. Los propios fiscales, como juristas, debían saber que la UE no tiene competencias en tal materia. Pero también han debido apreciar el efecto mediático que puede tener el dirigirse, Justamente, a la nueva Roma. Mas si la nueva mediación que anticipara Renan se ve alimentada también por una falta de confianza en las mediaciones propiamente nacionales, no es para aplaudir.

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