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Lydia Delgado busca nuevos escenarios

La que fuera la niña mimada de la moda catalana ha decidido emanciparse en plena madurez. Sus diseños para la primavera-verano 98 estarán el próximo jueves en la Pasarela Cibeles, donde antes que ella llegaron procedentes del mismo punto Pedro Morago y Joaquín Verdú.Sus diseños marcan la delicadeza del trazo femenino por encima de modas y estridencias. Le gusta apretar la cintura, contornear el busto y alargar la figura, y aunque últimamente intenta huir de la estética de los cincuenta, al final sus prendas siempre le quitan la razón. Ahora, la más joven de las musas de la moda catalana ofrece sus frutos a la Pasarela Cibeles. "Creo que cuando llega el momento en el que lo único que se espera de ti es que sigas haciendo lo mismo de siempre, lo mejor es cambiar. En Barcelona, por ahora, ya he hecho todo lo que tenía que hacer".

Al tiempo que prepara el terreno para abrir su primera tienda en Madrid, desmiente los rumores que se desataron a raíz de su último desfile en Barcelona, por el cual recibió la única mala crítica que posiblemente haya tenido en toda su trayectoria: "No me voy por una mala crítica, sólo trato de seguir una voz interior, buscar un nuevo escenario y renovar a los protagonistas. Moralmente no puedo quejarme de la prensa. Me molestó en su día, y me sigue pareciendo muy feo que ciertos críticos sacralicen sus opiniones y no dejen opción a otras lecturas. Cambio de escaparate, pero no huyo, yo sigo viviendo y trabajando en Barcelona".

Más color

Nunca se ha puesto a correr detrás de la fama aunque reconoce que es mucho más práctico viajar con ella. Renovada ante la nueva situación, se siente segura y se enfrenta a la madurez dominando a pulso las riendas de su propio negocio, al que ha dedicado más de 20 años. "Me siento fuerte y creo que puedo enfrentarme a facetas que antes me parecían inalcanzables. Quiero, por ejemplo, poder diseñar los zapatos que no encuentro en ninguna tienda y los bolsos que me imagino".

En este viaje no sólo arriesga la fidelidad de sus clientas habituales, a quienes no les gusta demasiado ver en televisión la chaqueta que guardan en su armario, arriesga su nombre y su trabajo, pero no su estilo. "Mi espíritu", dice, "viaja conmigo y evolucionar para mí no significa cambiar de estilo". En la nueva colección introduce nuevos matices, mucho más color, incluso más extravagancia. Ha remarcado las formas femeninas, que aparecen mucho más sexys y con mucho más sentido del humor, y se atreve con la pedrería cosiendo cristales Swarovsky sobre unas prendas pensadas casi para niñas, para jovencitas de entre 13 y 14 años.

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