_
_
_
_
LUTO POR DIANA (1961-1997)

El camino de la santidad

Varias personas aseguran haber visto la cara de la princesa Diana sobre el retrato de Carlos I en Saint James

ENVIADO ESPECIALYa han comenzado las apariciones. En la cola del Saint James Palace no se habla de otra cosa que del fenómeno que varios peregrinos, llegados a firmar en el libro de condolencias, aseguran haber visto sobre el retrato de Carlos I pintado por Edward Bower. Es cierto que el cuadro no se encuentra homogéneamente iluminado y que, ubicado al fondo de un corredor, su nitidez es incompleta, pero de lo que sí se sienten seguros los visionarios es que el rostro de Diana se plasma allí, en el ángulo izquierdo de la pintura, y en la postura -con el rostro apoyado entre las manos- que propagó Bower en su cubierta. No es pues cualquier Diana la milagrosa sino aquella que ha quedado fijada en los media, apresada una y otra vez por los fotógrafos, repetida en toda clase de papeles, carretes y cintas de vídeos, multiplicada como ninguna otra mujer en la historia del planeta.

Más información
La infanta doña Pilar representará a España
El muerto más solo del mundo
"Adiós, Rosa de Inglaterra"
Dodi Fayed regaló un anillo de 30 millones a la princesa horas antes del accidente
Orgullo de madre
La televisión francesa emite un documental escrito y dirigido por Diana
"La culpa es de todos nosotros"
La famila real sale al paso de las críticas y dice que también sufre con su pueblo la muerte de Diana
"Me impresionaba su tenacidad para salir adelante"

Los conmovidos visionarios dicen también que la imagen reflejada sobre el cuadro se desvanece, no obstante, cuando la curiosidad se acerca demasiado. Prueba, se entiende, de que la princesa está más que harta de ser escudriñada. En varios modos, su huída de este mundo ha sido un testimonio de martirio contemplativo. Martirio sufrido aquella fatal noche de amor en-la que Dodi acababa de regalarle un anillo de treinta millones y medio de pesetas y martirio general en el que le había sumido su propia imagen. No es incoherente pues que pronto, por la imaginación, vaya ingresando en la imaginería. Y en la devoción.En las colas del duelo, en los supermercados, en cualquier parte donde se pregunte a una empleada o a una ama de casa qué destacaría más en la atracción de Diana, la respuesta alude, a su piedad y a su calidez ("she was so warm!").

Haciendo pues balance entre el público las mujeres la adoran como buena mujer y buena madre y, un poco más allá, como el arquetipo femenino de nuestro tiempo: víctima de algo y valerosa ante todo. En cuanto a los hombres, la estiman porque es imposible no inclinarse hacia una princesa bien parecida, en galanada, rubia, rica y fotografiada hasta el exorcismo.

Empieza, por tanto, a ser normal que se la asimile a una santa. Todavía no ha brindado ningún milagro reglamentario pero ¿qué mayor prodigio que convocar la atención de 2.500 millones de televidentes o a atraer millones de dólares para caridad?

Apenas quedan flores en Londres y las que se venden han multiplicado por cuatro o cinco sus precios. Todavía quedan gentes que no han dejado sus flores en los perímetros sagrados -ahora agrandados con la abadía de Westminster- pero a quien se interrogue responderá que no dejará pasar la oportunidad, hoy o mañana de visitar los lugares de esta historia. Todos los cálculos que se han ido divulgando sobre los asistentes al funeral han sido sucesivamente corregidos al alza. A medida que se anuncia una previsión más alta de asistentes, más ciudadanos se sienten atraídos a participar en la concentración.Como de la misma manera, cuantos más se dé en los medios que los entrevistados subrayan la bondad de la princesa más gente reclama su santidad. Ella dio la mano a los enfermos de SIDA cuando todavía mucha gente los rehuía, ella entregó sus vestidos de gala para que los 500 millones de pesetas de recaudación -hoy convertidos en más de 5.000 millones según Pam Danzinger, editor de Colectibles Business News Letter- se ofrecieran a los pobres y a los enfermos. Ella ha sido la que ha hecho a Gran Bretaña representante de la cruzada contra las minas personales y, ella en Fin ha logrado el efecto político de hacer sentirse unida a la nación.Podría ser una santa y aún se quedaría corta. Una santa para el siglo XXI, larga, rica y sexy. En todas partes, en Londres, se pueden adquirir estampas de la princesa y no pocos escaparates de boutiques o grandes almacenes le rinden tributo de esta manera. Una docena de compañías están preparando, entre tanto, vídeos sobre su vida, desde la boda hasta el accidente mortal.

Los norteamericanos, que son incomparablemente más despiertos que los ingleses para el negocio, calculan que las ventas de souvenirs en torno a Lady Di alcanzarán los 30.000 millones de pesetas en 1998. O más. Darci Ross, presidente de la compañía CMG Worldwide, que gestiona el patrimonio de Marilyn Monroe y James Dean asegura que lo superará en ventas de merchandising. De hecho, entre los norteamericanos, ya hay una fuerte demanda para colgar algún motivo de la "princesa de los corazones" en el próximo árbol de Navidad.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_