La famila real sale al paso de las críticas y dice que también sufre con su pueblo la muerte de Diana
La presión popular fuerza a la realeza a expresar su dolor en público
"¡Ya era hora". El grito de un hombre que hacía cola a las puertas del palacio de Saint James estaba dirigido al Duque de York y el príncipe Eduardo, los primeros miembros de la familia real que aparecieron en público en un evidente esfuerzo por capear el temporal. Los hermanos, que intentaron romper la barrera de hielo que separa a la corona británica de sus súbditos, ignoraron el grito y emprendieron a pie su regreso a Buckingham en medio de un mar de gente que los contemplaba sin aparente afecto o admiración. La familia real dijo estar herida por quienes piensan que no sufre con su pueblo.
Si alguna conclusión se podía arrancar anoche tras una jornada de gestos y declaraciones reales, es que la reina Isabel parece haber captado finalmente el mensaje del pueblo: los británicos están cansados e irritados. La muerte de Diana, sostienen, ha expuesto un grado impensable de la frialdad de la casa de Windsor. El Duque de York y Eduardo habían acudido a la capilla privada de Saint James para rendir tributo a Diana en el primer gesto del género por parte de Buckingham, donde el mástil permanece desnudo a pesar del clamor popular para que los Windsor expresen su duelo por la trágica muerte de Diana. Eduardo acompañó más tarde a Andrés a la sala contigua donde millares de británicos hacen cola durante 11 horas para imprimir mensajes de condolencias en los 43 libros habilitados gradualmente al efecto.
Con expresión grave y vestidos en chaquetas azules y corbatas negras, caminaron los 300 metros que separan Saint James de Buckingham, dedicando algunos minutos a súbditos que se les acercaron a darles el pésame. Andrés optó por abandonar su Jaguar verde en el aparcamiento de Saint James para sumarse a la breve caminata. Aparte del grito, no se registraron incidentes y los hermanos volvieron a palacio sin manifestar síntoma alguno de tensión.
Alivio, sin embargo, debieron sentir al regresar a Buckingham. Tal es la presión popular para que la corona reconozca las emociones populares y se sume al multitudinario homenaje a Diana que se prepara para el funeral de mañana, que la propia reina Isabel, que continúa de vacaciones en su castillo de Balmoral, en Escocia, tomó ayer el absolutamente desusado paso de anunciar que estar tarde dirigirá un mensaje a la nación.
Poco después de ese anuncio, la reina, el príncipe Carlos y los hijos de éste, Guillermo y Enrique, abandonaron el castillo y se dirigieron, en una caravana de todoterrenos negros, hasta la parroquia de Craithie para un servicio religioso privado de 20 minutos. Naturalmente, la casa real alertó a los fotógrafos, que tuvieron ocasión de recoger con su cámara cómo todos se detenían ante los ramos depositados y leían con atención algunas de las dedicatorias.
El príncipe Carlos condujo uno de los coches, con sus dos hijos en el asiento trasero. Fue un gesto que sin duda prepara el terreno para el mensaje de hoy. Las expectativas son enormes. Tras cinco días de un silencio interrumpido apenas por dos comunicados en los que no se mencionó siquiera el nombre de la princesa de Gales, la reina Isabel ha quedado expuesta a críticas de intensidad sin precedentes. Una indicación de que la corona quiere "corregir" la impresión generalizada la dio Geoffrey Crawford, el secretario de prensa de la reina. "La familia real se siente herida por sugerencias de que es indiferente ante la congoja del pueblo frente a la trágica muerte de la princesa de Gales", dijo Crawford.
Cambiando sus planes, la reina regresará hoy a Londres para grabar su mensaje, y se especula que podría dar otro paso altamente simbólico si decide aproximarse a la capilla de Saint James. Pero muchos británicos creen que tales gestos lamentablemente resultan un tanto tardíos.
Mientras, prosiguen los preparativos para el funeral de Diana y comienzan a conocerse detalles de éstos. En una conversación privada entre el primer ministro, Tony Blair, y el príncipe Carlos, Blair aseguró que el funeral será "algo de lo que Diana se hubiera sentido contenta"'. El féretro será seguido por representantes de las organizaciones a las que la princesa dedicó sus esfuerzos. Las dudas se centran en el príncipe Guillermo, quien manifestó su voluntad de seguir el ataúd de su madre. Muchos se preguntan si el príncipe -que guarda un gran parecido con su madre- no será demasiado joven para aguantar la presión.
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