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"La culpa es de todos nosotros"

Cada vez que Madonna veía fotografías de Diana, princesa de Gales, detectaba la mirada de un animal perseguido, acorralada por la enormidad de su fama y demasiado petrificada para huir. Es el saber que da la experiencia. Y cuando la vida de Diana pendía entre la noticia de su accidente y el anuncio de su muerte, la cantante de 39 años de edad sentía que era ella la que atravesaba como un rayo el mismo túnel de París, a la misma velocidad suicida, con las mismas cámaras lanzándole fogonazos a la cara y el mismo destino al final del viaje.Mientras hablaba, llegó la noticia de que el conductor había bebido. Pero no aplacó su furia contra los paparazzi. "La gente dice que si hubiera viajado con sus hijos, no hubiera pasado nada, pero eso es una tontería.No se puede hacer una distinción así".

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"Cuando fui a Europa para promocionar Evita, estuve en Roma y los paparazzi ni siquiera me dieron tiempo para sujetar a mi hijo con el cinturón en el coche. Conducíamos a unos 150 kilómetros por hora y nos seguían, nos flanqueaban y nos rodeabarí". "De acuerdo: si no ofreciesen esas sumas tan grandes de dinero, esa gente no llegaría a tales extremos para hacer fotografías. Luego hay que buscar a los directores y preguntar quién es el responsable. Pero incluso así no se profundiza lo suficiente. Por mucho que quiera culpar a la prensa, todos tenemos las manos manchadas de sangre".

"Todos nosotros, incluso yo misma. Compro esas revistas y las feo. Hasta que dejemos de considerar que tenemos el derecho de leer cosas sobre la vida privada de la gente y hasta que perdamos la fascinación por el escándalo y el periodismo sensacionalista, nunca tomaremos medidas. La culpa es de todos nosotros".

Madonna y Diana coincidieron una sola vez. Ocurrió hace dos años en Londres en una flesta-cóctel benéfica cuya anfitriona era la duquesa de York. La cantante se encontraba en Inglaterra para grabar la banda sonora de Evita. En aquel momento estaba muy resfriada y dijo que probablemente se hubiera quedado en la cama de no haber existido la posibilidad de estar con la princesa.

"Debimos hablar durante unos 10 minutos. Le dije que siempre había comprendido su posición y bromeé con ella diciéndole que la única persona que parecía atraer más atención que yo era ella. Ella me comentó: 'Pienso que te manejas con la prensa mejor que yo' y yo le respondí: 'Tendrá que tener más conchas que un galápago'

Cuando Madonna estaba a punto de dar a luz, todas las maternidades de Beverly Hills sufrieron un asedio y se ofreció una recompensa de 350.000 dólares (unos 50 millones de pesetas) por la primera fotografía del bebé. Los paralelos entre las dos mujeres son obvios, aunque engañosos. Ambas se sintieron intriga das y alarmadas por el poder de su fama. Ambas fueron madres sin pareja, pero con un objetivo, cuya búsqueda del amor fue turbulenta. Una alcanzó el estrellato al entrar en una familia concreta; la otra siguió el camino opuesto, a la americana, convirtiéndose en reina a través del cine. Ninguna de las dos imaginó siquiera el día del nacimiento de su yo público que iban a personificar las fantasías de multitudes o que se iban a ver envueltas en tramas propias de un culebrón. Ambas han sido calificadas de símbolos y, aunque es un término vago, se concede a muy pocos. Ante la trágica ausencia de una de ellas, la otra es la mujer más famosa que el mundo puede ofrecer. La monarquía, el enemigo omnímodo de Diana, es algo contra lo que Madonna no tuvo que luchar. El equivalente más próximo habría sido Hollywood pero, en comparación, esta institución no era más que una aficionada. "Gracias a Dios", dice Madonna, "tengo a mis amigos y no una monarquía enganchada a mis tobillos como una bola y una cadena". Copyright The Times. Londres

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