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LUTO POR DIANA

La localidad natal de la princesa teme convertirse en un santuario de curiosos

Los habitantes de la pequeña localidad inglesa donde nació la princesa Diana temen que su muerte convierta al pueblo en una especie de santuario al que peregrinen miles de personas cada año. El fantasma de lo ocurrido con la casa de Elvis Presley -la famosa Graceland-se pasea estos días por la pequeña localidad de Great Brington

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Empuñando ramos de flores, miles de británicos y turistas extranjeros se aglomeraban ayer ante los portones y muros de Althorp House, la casa solariega de la familia de la princesa Diana de Gales, bajo la preocupada mirada de los residentes de esta pintoresca aldea inglesa, 130 kilómetros al norte de Londres. Como la princesa será enterrada en la capilla privada de los Spencer, en la antigua iglesia de María la Virgen, sobre una suave colina verde de Great Brington, los aproximadamente 200 habitantes del pueblo temen ver un radical cambio en su vida diaria. "No queremos que nuestra aldea se convierta en una segunda Graceland', dijo Martin Hill, un enfermero del hospital St. Andrews, refiriéndose a la ciudad norteamericana de Memphis, Tennessee, convertida en santuario de Elvis Presley. "Nos complace ver cuanto ama la gente a Diana y nos alegramos que la traigan a casa. Pero somos un pueblo apacible y no queremos multitudes cada año rondado por aquí ni convertirnos en un centro de ventas de camisetas, tarjetas postales y souvenirs", agregó Chrissie Atkins, una locuaz residente que se brindaba a hablar con los periodistas que había en la vecindad, anticipándose a lo que pueda ocurrir en el entierro del próximo sábado.Los restos de Diana serán sepultados al lado de las cenizas de su padre, el octavo conde Spencer, y entre antepasados que se remontan a cinco generaciones, incluyendo el tatarabuelo del primer presidente de Estados Unidos, George Washington. Ayer, centenares de personas depositaban ramos de flores en la reja que divide la nave principal de la capilla construida en el siglo XIII y la sección reservada a los Spencer. Cerca de una tarjeta con la imágen de la Mona Lisa, alguien dejó escrito: "Diana, ya nadie puede herirte".

Multitudes ansiosas

El entierro, que por expreso deseo de la familia será estrictamente privado, atraerá inevitablemente a multitudes ansiosas por ver pasar el féretro. "Eso será sólo el comienzo", pronosticaba con pesimismo Richard Regan, un agricultor que se bebía una cerveza en el antiguo pub El Zorro y los Sabuesos, que, junto con La Cabeza del Sarraceno, son los únicos locales públicos de la aldea. "Luego vendrán los autobuses de turistas y peregrinos. Será el caos", dijo. Y ese caos puede durar años, a juzgar por la devoción que despierta la memoria de Diana. Según previsiones oficiales, el funeral, que comenzará a las once de la mañana del sábado con la procesión desde el palacio de Saint James hasta la Abadía de Westminster, promete atraer a más de un millón y medio de personas. La aglomeración en las calles de Londres ya es una pesadilla para las autoridades de la capital británica.

El palacio de Buckingham estaba anoche bajo presión para autorizar una ampliación de la ruta de la procesión a fin de distribuir mejor a la gente a lo largo del trayecto. "Si se mantiene el actual plan, habrá demasiada gente en áreas demasiado reducidas. La situación puede tornarse intolerable", declaró un funcionario gubernamental al diario The Evening Standard. A tenor de lo observado estos días en Londres, las previsiones no paracen exageradas. Las personas que aguantan varias horas en pie y de noche para firmar en el libro de condolencia a Diana, o las miles de flores que sepultan las entradas a varios palacios, son sólo un avance de lo que se avecina el sábado. En Great Brington, los temores son igualmente intensos, con la agravante de que la aglomeración -aunque considerablemente en menor escala que la de Londres- puede convertirse en un fenómeno duradero.

Todos los días vendrán peregrinos. Esto tendrá repercursiones para toda la aldea", dijo Christine Whiley, encargada de la pequeña oficina de correos. "No queremos convertirnos en un circo, y sólo esperamos que los visitantes tengan siempre en cuenta que la iglesia es, ante todo, un lugar de recogimiento y oración", agregó.

Los temores de Whiley son fundados. En el día de la boda de Diana y Carlos, en 1981, 5.000 turistas acudieron a la oficinita de correos para franquear cartas y tarjetas con el matasellos de Great Brington. La afluencia fue en gradual disminución a medida que se desintegraba el matrimonio de los príncipes, hasta diluirse por completo con el divorcio decretado hace un año. "Creo que vamos a volver a los días de calles atestadas de gente y largas colas frente al correo, no le parece?", añadió.

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