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Grandes viajes de papel

La literatura viajera, desde las guías a los ensayos, vive una eclosión en España

Miguel Ángel Villena

El británico Graham Greene señalaba en Vías e escape, su obra de memorias, que "escribir un libro o viajar permiten huir de la rutina diaria, del miedo al futuro" mientras su paisano Robert L. Stevenson sostenía que no viajaba para llegar a ningún sitio, "tan sólo por el placer de ir". El disfrute de un viaje abarca las vísperas, el propio itinerario y el relato de sus peripecias. Viajar leyendo desde un cómodo sillón o leer viajando en los más variopintos medios de transporte representan pasiones que cada día atrapan a más españoles. La literatura de viajes vive una eclosión en España, desde la típica guía a ensayos como El sueño de Africa, el éxito de Javier Reverte.Reverte ha colocado su libro entre los más vendidos y ha alcanzado ya las ocho ediciones. El sueño de África. En busca de los mitos blancos del continente negro (Anaya-Mario Muchnik) se vio obligado, como tantos otros libros, a un largo peregrinar por varias editoriales y no por su afán viajero, sino por la pereza de muchos editores a la hora de apostar por lo desconocido. El triunfo permite ahora a su autor, un veterano de varios géneros, pensar sin agobios en un próximo título. Es sólo un termómetro más del auge de la literatura viajera. Ahora bien, se trata de un indicador muy valioso de este nuevo fenómeno, ya que Reverte se centra en Africa oriental y en relatos de exploradores y pioneros como los británicos Henry Stanley y David Livingstone, el alemán Carl Peters o la danesa Karen Blixen. Es decir, paisajes y personajes poco familiares para los españoles más allá de los tópicos o del filme Memorias de África, basado en el magnífico libro de Karen Blixen-Isak Dinesen.

Atenta al negocio que se intuye en este tipo de literatura, Ediciones B acaba de lanzar su colección de Grandes Viajeros. Algunos son tan cercanos y al mismo tiempo tan desconocidos como Alí Bey, el catalán Domingo Badía, que recorrió el Magreb entre fines del XVIII y comienzos del XIX en una apasionante misión entre el espionaje, la literatura y el interés científico. Otros protagonistas de esta colección son tan famosos como Marco Polo o tan exóticos como el periodista Paul Theroux y sus Viajes en tren por China.

Santiago del Rey, responsable de Grandes Viajeros de Ediciones B, coincide con otras opiniones del sector que subrayan que este tipo de libros "hasta ahora sólo se editaban o bien en formatos marginales o bien en impresiones de lujo". Una y otra fórmula no conseguían, pues, rebasar los márgenes de los jóvenes mochileros o de los ilustrados con alto poder adquisitivo. En constante aumento la literatura viajera ha de recurrir a autores extranjeros, porque España no cuenta con una gran tradición de aventureros recientes. Sin embargo, el mayor filón hispano se encuentra en los relatos de exploradores en América Latina durante los siglos XVI o XVII. Muchas crónicas de Indias van a ser afortunadamente rescatadas de la polilla.

La periodista Pilar Rubio abrió en Madrid hace unos meses Altair, una librería sólo especializada en viajes a imagen y semejanza de una conocidísima tienda de Barcelona. A juicio de esta entusiasta de la literatura viajera, "cada vez más tipos de españoles se desplazan a lugares más distintos de modo que este género abarca desde las guías turísticas convencionales hasta los increíbles libros de fotografías sobre África o sobre el Pacífico editados en inglés". Carmen Lacambra, directora de EL PAÍS-Aguilar, líder en el mercado de libros, de viajes y de turismo, subraya que "ahora viaja todo el mundo, desde los jóvenes campistas a los jubilados de zonas turísticas, desde los profesionales urbanos a los amantes de deportes de riesgo". En su opinión, "esta creciente tendencia obliga a diversificar los títulos y las colecciones".

Así las cosas, se difumina aquella nítida frontera que el escritor Paul Bowles, residente en Tánger, fijó entre el turista y el viajero. Para este enamorado del norte de África, el viajero es aquél que no tiene billete de regreso. A pocos les gusta la identificación con esos grupos gregarios, dirigidos por un guía con cartulina roja, aunque en realidad sólo una exigua minoría viaja sin red y sin un día marcado en el calendario para volver a la gris cotidianeidad. Todo ese público, mitad turista mitad viajero, que al fin y al cabo sólo pretende leer buena literatura, es el que devora libros como El sueño de África, pero también títulos como Viaje al país de los cátaros, de Jesús Mestre (Península); El Danubio, de Claudio Magris (Anagrama); De la Ceca a la Meca, de Juan Goytisolo (Alfaguara); o El leopardo de las nieves, de Peter Matthiesen (Siruela).

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