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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Puro horror

ES DIFÍCIL ya encontrar palabras para describir el horror que se produce día a día en Argelia y que se supera sin cesar. Las noticias de ayer llevan hasta el paroxismo la espiral de muerte en que se ha sumido este país a pocas millas marinas de la costa española. No se podía saber ni aproximadamente la cifra de víctimas de la última matanza. Oscilaban entre cien y cuatrocientas en una sola orgía de muerte sin precedentes en la sangrienta guerra que desde hace cinco años asuela Argelia.Sólo en la última semana ya habían muerto más de doscientas personas en matanzas atribuidas a islamistas radicales. Pero en la noche del jueves al viernes el horror alcanzó nuevas cotas. Mujeres y niños sobre todo, degollados, decapitados o quemados vivos, cubrían en la mañana de ayer las calles de unas aldeas cercanas a la ciudad de Blida, una localidad a 50 kilómetros de Argel. Los supervivientes hablan de varios grupos de hombres armados que durante horas mataron indiscriminadamente a quienes encontraban y que sólo dejaban vivas a mujeres jóvenes que después se llevaron con ellos.

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No se alcanza a entender que móviles políticos o religiosos pueden inducir a los responsables de esta atrocidad ni cuáles pueden ser los objetivos que aspiran alcanzar con esta al parecer imparable escalada de crueldad. Cierto es que las informaciones procedentes de Argelia llegan filtradas por el régimen y que no hay fuentes independientes que confirmen los hechos. Como también es cierto que los grupos paramilitares armados por el Ejército argelino, el auténtico poder en el Estado, también han sido acusados de matanzas y operaciones de represalia y terror.

Pero estas matanzas contra los sectores más indefensos de la población civil denotan que en el fundamentalismo islamista se han formado núcleos que parecen haber declarado la guerra a muerte a todos los que no sean ellos. Y que quieren impedir a toda costa la posibilidad de que este atormentado país salga de la actual pesadilla. Porque no parece posible que nadie, ni el más fanático, pueda considerar que una matanza como la de Blida le supone algún tipo de beneficio político o un avance en la lucha por sus fines.

Más de 60.000 argelinos han muerto ya desde que comenzó esta guerra después de que el régimen anulara unas elecciones que daban la mayoría al Frente Islámico de Salvación (FIS), que fue ilegalizado entonces. Desde las elecciones de junio pasado, en las que participaron partidos islamistas moderados, pero no el FIS, la violencia ha vuelto a recrudecerse hasta llegar a estos niveles inconcebibles.

El Gobierno del presidente Liamin Zerual reaccionó ayer con un llamamiento a la población a reforzar las medidas de seguridad y autoprotección. Esto hace tiempo que dejó de ser suficiente. Porque parece ya evidente que, pese a sus recientes éxitos en la lucha contra el terrorismo integrista, el régimen no es capaz de erradicarlo ni de garantizar la seguridad de la población ni siquiera en zonas urbanas y mucho menos en el medio rural.

El régimen de Zerual tiene el deber de ampliar realmente y al máximo la participación política, también de los islamistas, y frenar los abusos del Ejército y los grupos paramilitares. Pero, con todo, tiene también el derecho y el deber de combatir a estos apóstoles de la locura y la muerte.

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