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54º FESTIVAL DE VENECIA

El británico Alan Rickman y el americano Paul Schrader muestran cine de alta calidad

Phyllida Law y Emma Thompson, madre e hija en la pantalla y la vida, rozan lo perfecto

ENVIADO ESPECIALAyer siguió llegando gran cine a Venecia. Un actor británico metido a director, Alan Rickman, trasladó su talento ante las cámaras a unos metros más acá, detrás de ellas; y, con balbuceos perdonables en un primerizo en el oficio de dirigir, compuso The winter guest, una delicada e inteligente película en la que dos formidables mujeres, Phyllida Law y Emma Thompson -madre e hija en la ficción y en la vida-, hacen maravillas consigo mismas y entre ellas. Algo parecido a lo que el estadounidense Nick Nolte logra en Affiction -arrolla y transmite la fortísima convicción con que actúa a través de una seguridad y una fusión con la imagen insuperables-, un duro y conmovedor filme escrito y dirigido por Paul Schrader que, paso a paso, se está encaramando en el últimamente casi despoblado olimpo del cine norteamericano.

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No es difícil recordar el rostro de Alan Rickman, su mirada gris, hipnótica y con tendencia a reflejos apesadumbrados, que parece incrustada en carne dura como la piedra. Recuérdese el malo de Robin Hood, príncipe de los ladrones, el padre de familia de Sentido y sensibilidad, el personaje Eamon de Valera de Michael Collins. Se adivina en él una gran fuerza irónica contenida y dotes contundentes para la expresión directa, sarcástica e incluso con tintes trágicos. Y algo de todo esto trasvasa a su primer trabajo de dirección, The winter guest.Pero combina estas dotes adivinables a primera vista con otras de signo contrario inesperadas en un rostro como el suyo: un fortísimo -por mucho pudor que interponga entre el espectador y la pan t a

lla- instinto lírico y una evidente soltura para. desenvolverse en el misterio de la geometría del matiz, en la matemática de la construccion interior, pincelada a pincelada, de los ocho espléndidos personajes que entrelaza en The winter guest.

Los buenos actores, si además son inteligentes y sobre todo generosos, suelen ser buenos directores de actores. Conocen por dentro y al dedillo el riesgo moral que conlleva interpretar, entregar el propio cuerpo a una abstracción ajena e incorpórea. Es el riesgo -algo suicida, pues pone en juego la autoestima- que todo verdadero actor -que es aquél capaz de encarnar una ficción sin fingirla, de ser otro sin simularlo- respeta, cuida, incluso mima cuando traslada su oficio detrás de las cámaras y dirige a sus colegas.

Emoción

El duro, el pétreo actor británico Alan Rickman es de esta estirpe y pone con fuerza su sello en The winter guest, logrando extraer de sus colegas intérpretes y, en especial, de Emma Thompson y la veterana (y, sin duda, genial) Phyllida Law, que bordan un dúo hija-madre de los que merecen pasar a una antología de esa peculiarísima emoción por contagio directo que sólo una pantalla verdaderamente viva es capaz de proporcionar, una emoción tan sutil y gratificadora que sólo a película pasada nos permite descubrir la compleja y minuciosa elaboración y la enorme acumulación de información que lleva dentro, por debajo de su discurrir aparentemente espontáneo.

Tres cuartos de hora de réplica y contrarréplica entre Emma Thompson y Phyllida Law nos desvelan no sólo los recovecos de dos caracteres y dos identidades enormemente creíbles, sino también el signo de dos vidas enteras encerradas en un mundo pequeño, íntimo, que poco a poco se va ensanchando hasta hacerse metáfora del mundo, gracias a la capacidad de interrelación recíproca que nos regalan estas dos fascinantes mujeres de escenario y de pantalla.

Y no puede, en absoluto, considerarse aquí irrelevante el hecho de que este dúo madre-hija de la ficción alimente su credibilidad, su agilidad y su fuerza de convicción del hecho de que es también un dúo madre-hija real, verídico, pues la para nosotros casi desconocida Phyllida Law, esposa de Eric Thompson, es madre (y maestra) de la célebre Emma.

Desgarro

Fuera de concurso nos llegó Affliction, película número 14 que dirige Paul Schrader -el formidable guionista de Taxi driver y Toro salvaje-, que ha tardado en poner sus dotes de director de cine a la altura de su maestría en la escritura cinematográfica. Ya en su anterior película, Light sleeper, que rodó hace seis años, logró por fin ese delicado equilibrio, que ahora consolida en Affliction, un filme de notable austeridad y desgarro, que permite al célebre Nick Nolte -bien apoyado por Willem Dafoe, Sissy Spaceck y James Coburn- lograr una creación memorable, de extrema dificultad y no obstante conseguida con la precisión y la agilidad propia de los grandes cómicos.

Arrolla Nolte en Affliction y transmite la fortísima convicción con que actúa a través de una seguridad de gesto y una fusión con la imagen insuperables. Tan convencido estaba de que era necesario para él hacer este trabajo que renunció a cobrar su salario de estrella y se enroló en la película a precio de secundario. Era imprescindible para Schrader hacer esta película -dramática y políticamente muy radical; sin la menor concesión al conservadurismo dominante- sin las cesiones de libertad que exige el dinero de Hollywood, y Nolte le siguió a ciegas, enriqueciendo su carrera con un empobrecimiento de su cuenta corriente.

Y comportamientos de entrega como éste -recuérdese a Charlton Heston en Sed de mal y Mayor Dundee: por ahí pasó a la historia del cine, aunque entonces ingresase en la ruina- los atrapa, nadie sabe cómo, la pantalla y quedan fijados en ella como la parte más secreta y enigmática de la pasión de crear películas.

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