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MÉXICO

Dos bravos novillos

Cuando a un novillero le toca un ejemplar bravo que además derrocha nobleza o emotividad, el aficionado espera que le llegue el triunfo. Pero oh desilusión, empieza a soplar el viento, la tarde se descompone y, si el torero carece de buen gusto o de técnica lidiadora, el triunfo desaparece. Así pasó esta tarde con los bravos novillos de la dehesa del padre José Jesús Sierra Ortega corridos en primer y quinto lugar que, lamentablemente, fueron desaprovechados.El hispano Miguel Ángel García Veracruz pasó sin pena ni gloria en su debú. Con el tercero se le vio indeciso, aunque en el sexto peleó con un oponente que acabó derrotando en sus medios viajes. Si el sevillano atesora algo en su toreo, será en otra ocasión cuando lo dé a conocer.

Sierra / Serrano, Espínola, García

Siete novillos de Los Ángeles Sierra Ortega -regalo- del sobrero- buenos mozos y con cuatro años; con nervio y genio excepto l º y 5º aplaudidos en el arrastre por su bravura.José Serrano: estocada (petición, división y salida al tercio); tres pinchazos y media (aplausos)pinchazo hondo y media delantera tendida (división). Fermín Espínola: estocada baja (silencio); pinchazo hondo (oreja protestada). Veracruz: dos pinchazos, estocada honda delantera (silencio); tres pinchazos y media delantera (silencio). Monumental Plaza México, 24 de agosto. Un cuarto de entrada.

Aunque José Serrano cosechó aplausos con los palitroques, con la vulgaridad de sus muletazos hizo que quedara inédita la nobleza y fijeza del astado que abrió el festejo. Tras saludar valientemente de hinojos con tres faroles al cuarto, invitó a Espínola a torear al unísono por chicuelinas en un interesante quite y después a banderillear. Por la acertada colocación de dos pares de cada uno, la concurrencia les tributó una gran ovación. Como con la pañosa Serrano no pudo con la raza de la bestia regaló el sobrero y sólo volvió a destacar en los palos. Fermín Espínola lució en el segundo con los palitroques pero con la franela el fuerte viento no le permitió ni siquiera cuadrar el engaño y no pudo trastear con tranquilidad. En el quinto cesaron, las ráfagas de aire y Espínola sólo tuvo detalles. Aguantó, bajó y corrió la mano con buenas formas en series por abajo y ambos lados, pero con el defecto de ahogar las pastueñas embestidas del emotivo morlaco. La clemencia del juez, Jesús Dávila, accedió a la euforia de sus partidarios y le regaló el trofeo.

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