Las horteras y el paraíso
Ellas son dos chicas que, cerca de la treintena, reciben una invitación para un baile de conmemoración de la primera década de su graduación en el instituto de una ciudad provinciana, lejana de Los Ángeles donde viven. Ellas son, digámoslo claro, horteras fracasadas que ni ligan -aunque parezca mentira, tratándose de Sorvino y Kudrow-ni han logrado en la vida otra cosa que un puestito de dependienta y un no-puestito -parada, digamos- de nada. Pero allá se van ellas, simulando ser dos jóvenes ejecutivas de éxito que han inventando, nada menos, que el Post-it, esos papelitos con goma adhesiva que, a lo que parece, resultan para cualquier americano medio el colmo de la inventiva humana. Y, como habrá averiguado hasta el lector menos atento, nuestras dudosas heroínas se encontrarán allí con quien no quieren, que involuntariamente las pondrá al descubierto, con el bochorno subsiguiente.Chistes-Malos
Romy y Michele
Director: David Mirkin. Intérpretes: Mira Sorvino, Lisa Kudrow, Janearte Garofalo, Alan Cumming. Estados Unidos, 1997. Estreno en Madrid: cines Vaguada, Ciudad Lineal, Liceo,Palacio de la Prensa, Roxy A, Velázquez, Conde Duque, Albufera Multicines, Odeón Plaza Aluche.
Peripecia de ajuste de cuentas con la adolescencia, de esas que tanto abundan en el cine USA, Romy y Michele es sólo una colección de chistes malos y situaciones sencillamente ridículas, amenizada por una banda sonora muy eighties -de Bananarama a Village People, con una pasadita por Staying Alive y Footloose--, por la cual se pierde incluso una actriz tan competente como Sorvino. Pero, como muchas películas que pretenden ser sólo un pasatiempo inocente, también ésta tiene su trastienda.Centrada en experiencias femeninas, el filme propone no obstante algunos arquetipos de mujer francamente chocantes. Para empezar, las propias protagonistas, dos pobres desgraciadas que, no obstante, llegarán de rebote al éxito, no en vano su película preferida es Pretty woman, esa versión contemporánea de Cenicienta como call-girl. Ellas triunfan sencillamente porque son "auténticas", eufemismo tras el que se esconde una reivindicación de la horterez en toda regla; y lo hacen, faltaría más, con la ayuda de un, hombre, no con su esfuerzo.
El segundo tipo femenino que el filme propone es sencillamente vitriólico: las dos únicas- mujeres que parecen haber triunfado, de cuantas formaban la promoción de 1987, son, respectivamente, la editora de una importante revista de modas que se viste como un tío y se muestra sencillamente intratable -o sea, los ancestrales lugares, comunes sobre ciertas lesbianas-, y una inventora -Garofalo, espléndida como suele: ella no pierde el rumbo, a pesar de un personaje tan necesitado de desarrollo- que desde siempre ostenta maneras y modos de un camionero al cual se le soltara el remolque en plena autopista... y que terminará comprando ropa en la tienda que nuestras más bien tontas, pero "auténticas" amigas, han logrado montar con el dinero de otro.
Completan la función la habitual colección de brujas pueblerinas, especializadas en parir niños y soltar maldades, amén de una tonta rematada, que ya lo era en el instituto y que lo sigue siendo diez años, después: realmente, un espejo en el que le resultará difícil verse reflejada a cualquier mujer inteligente, que aspire en la vida a ser sencillamente ella misma... 0 sea, una peli más a apuntar en la nómina de los productos que parecen querer decir algo nuevo, pero que resultan a la postre incapaces de volar por encima del lugar común y de romper con los moldes más viciados del patriarcado al uso.
Babelia
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