Petirrojos
El petirrojo es un pajarillo ingenuo que pasa los veranos en el norte de Europa, allí donde se respetan todos los derechos, incluido el de los petirrojos. Acostumbrados a convivir con personas tan civilizadas, los petirrojos suelen tomarse ciertas confianzas: bajan a los jardines, entran en las cocinas y pican en el mismo plato de los propietarios. Cuando en otoño vuelan hacia España en busca de las charcas templadas del sur, al principio también se acercan sin temor a los ciudadanos, ignorando que aquí a la gente le gustan mucho los pajaritos fritos, de modo que al mínimo descuido se ven en la cazuela. ¿Por qué será que algunos socialistas me recuerdan a los petirrojos? La derecha dejó que penetraran en su cocina y hoy están en la sartén. Ahora que la derecha se ha aposentado en el poder político y ha entrado a saco en los medios de comunicación, en los negocios y fiscalías, se ve qué clase dé ingenuos petirrojos eran los socialistas pese que muchos de ellos nos parecían duros, cínicos y voraces a causa de la corrupción. Sigo creyendo que no sabían robar: prueba de ello es que los pillaron enseguida. Imagino el gozo que experimentaría la derecha cuando vio que algunos de estos petirrojos bajaban a su jardín privado y dando saltitos confiados se acercaban a la cocina. Alguien daría la orden: dejadles que piquen en nuestro plato. Aquellos escándalos del Gobierno socialista ofendieron y desmoralizaron a muchos votantes de la izquierda, pero, contemplados ya a cierta distancia sus desmanes, producen incluso ternura si se les compara con las certeras dentelladas que da la derecha: te arrancan una pierna, pero siempre bajo notario. Ya lo decía Humphrey Bogart: las personas se dividen en profesionales y no profesionales, de modo que si buscas un buen asesino, fontanero, poeta, violinista, ladrón, político o cocinero, contrata siempre a un profesional y no a un aficionado, nunca a uno de esos petirrojos que entran en la cocina sin saber que allí les están preparando el propio sofrito.
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