_
_
_
_

Los directores europeos invaden Hollywood

Los éxitos comerciales en EE UU se deben a realizadores del Viejo Continente

La película más patriotera y millonaria de este verano en Estados Unidos está dirigida por un alemán, Wolfgang Petersen. Se llama Air Force One y tiene mucho en común con Independence Day, qué fue la película más patriotera y millonaria del verano pasado. Casualmente fue dirigida por otro alemán, Roland Emmerich. Estos dos casos ilustran a la perfección un llamativo fenómeno: el asentamiento en Hollywood de una nueva generación de cineastas europeos dispuestos a reinvadir con películas comerciales, de puro sello made in USA, el mercado extranjero del que emigraron.

En Air Force One, sobre el secuestro del avión presidencial, hay varios momentos cumbre. En uno, un terrorista de la antigua Unión Soviética sale de la cárcel mientras suena de fondo La Internacional y el público se revuelve en sus asientos como si se tratara de los peores años de la guerra fría. En otra escena, que reclama ovaciones y aplausos, el actor Harrison Ford planta cara al secuestrador y le espeta un contundente: "¡Soy el presidente de los Estados Unidos!"En la película Independence Day, la superproducción que barrió las taquillas de todo el mundo durante el año pasado, el presidente liberaba a la Tierra de una invasión extraterrestre gracias a la ayuda de un negro y un judío de Brooklyn y, acto seguido, declaraba el 4 de julio fiesta nacional, nada más y nada menos que a escala planetaria.

Hastío de Europa

Lo curioso es que este tipo de mensaje viene firmado por directores que se formaron en distintos países de Europa y que, según se desprende de sus propias declaraciones, se han integrado en la industria de Hollywood por el hastío que les provocaba el negocio del cine en el Viejo Continente y por lo atractivo que les resulta trabajar en el sistema de los grandes estudios.

Wolfgang Petersen, formado en Hamburgo y Berlín, empezó trabajando como realizador para la televisión alemana y reclamó la atención mundial con su película de 1981 El submarino, reestrenada recientemente en España. Posteriormente ha firmado éxitos de taquilla como En la línea de fuego y Estallido.

Por otro lado, Roland Emmerich fue a la escuela de cine de Múnich, el gran centro de formación audiovisual de Alemania y había reventado ya las taquillas germanas con su primera película antes de desembarcar en EE UU y garantizarse un puesto en la lista de personajes más poderosos de Hollywood por títulos como Stargate e Independence Day. Ahora está terminando de rodar una nueva versión del clásico japonés Godzilla.

Los estudios de Hollywood se han alimentado siempre del talento de directores europeos. Ernst Lubitsch, Billy Wilder, Milos Forman y Roman Polanski son apenas algunos casos notables de un éxodo muy relevante que se produjo, en especial, durante los años treinta cuando muchos cineastas escaparon del nazismo o durante el periodo de la guerra fría al huir muchos intelectuales de los países del Este. Pero la nueva generación, que incluye también nombres como los de Paul Verhoeven, Jan de Bont y Renny Harlin, parece tener otro tipo de referencias. También el producto que hacen es de otro nivel.

El iracundo Jan de Bont, antiguo director de fotografía de Verhoeven, tenía una filmografía de una docena de títulos en Holanda antes de emigrar a Los Ángeles, pero los consideraba "abstractos, surreales, de arte y ensayo", opuestos al gran cine con el que sofiaban. En declaraciones a la revista Premiere, Verhoeven explicó que su amigo De Bont "tiene una filosofía del cine a lo Spielberg: si tienes mucho poder, puedes hacer cosas buenas. Así que ahora está levantando su estructura de poder para que todo el mundo empiece a creer en él". De Bont revolucionó el uso de efectos digitales en la gran pantalla con la película Twister, pero este verano se ha hundido con vistas a la crítica y a sus seguidores con Speed 2, la segunda parte de lo que fue su debú como director en 1994.

Por otro lado, el buen momento del cine independiente, que funciona con presupuestos más razonables, y el trabajo en EE UU de otros cineastas europeos de prestigio como Agnieszka Holland o Lasse Hallstrom no parece causar mella alguna en el empeño de Renny Harlin. El director finlandés, que se estrenó en Hollywood con Pesadilla en Elm Street 4 y luego triunfó con La jungla de cristal 2 y Cliffhanger, ha gastado más de 100 millones de dólares en cada una de sus más recientes superproducciones, Cutthroat island y The long kiss goodnight.

Las dos se estrellaron en la taquilla, pero Harlin mantiene su reputación como director de acción con una personalidad propia, una baza que a los estudios gusta explotar cuando contratan a extranjeros para que se pongan detrás de una cámara.

"Mucha gente cree que las estrellas ganan sumas de dinero desproporcionadas por su trabajo", declaró Harlin en una entrevista publicada recientemente, resumiendo su filosofía de triunfador. "Pero si una película gana 40 millones de dólares en la primera noche y 300 millones en todo el mundo, es justo que la estrella, el guionista y el director se lleven su parte del éxito".

Una de las razones por las que los directores europeos suelen decir "no" a Hollywood es que, por contrato, se les exige dejar el montaje final y la calificación de la película en manos de los ejecutivos del estudio. El propio realizador español Fernando Trueba tuvo que lidiar con éstas y otras estrecheces del sistema cuando rodó Two much, en Miami, con la participación de Antonio Banderas y de Melanie Griffith.

Saltarse la cláusula

Sin embargo, el holandés Paul Verhoeven, consagrado en su país desde los años setenta, es hoy uno de los pocos cineastas que ha conseguido saltarse esta cláusula. ¿El resultado? Showgirls, uno de los fiascos más sonrojantes de la historia del celuloide. El director de las películas, Robocop e Instinto básico ultima ahora su nuevo filme de fantasía, Starship troopers, que gira en torno a una batalla galáctica contra unos insectos gigantes.

El francés Luc Besson, que ha realizado ya dos películas con dinero de estudios de Estados Unidos (El profesional y El quinto elemento) mientras el italiano Marco Bambrilla, realizador de anuncios que fue descubierto por Ridley Scott y encargado de dirigir a Sylvester Stallone en Demolition man y a Alicia Silverston en la todavía no estrenada Excess baggage, son las dos incorporaciones más recientes a este panorama de cineastas europeos en la meca del cine.

La ONU del cine

La llamada de los estudios de Hollywood no sólo se escucha en Europa. La globalización y homogeneización del negocio del cine, en una progresión exponencial cada año que pasa, lleva a la industria a fijarse cada vez más en talentos de países muy diversos que tengan capacidad de aportar cosas nuevas. El reclutamiento tiene varias modalidades: a tiempo completo, como es el caso de los australianos Bruce Beresford (Paseando a Miss Daisy) y Peter Weir (Único testigo), o en pequeñas dosis experimentales.El mexicano Guillermo del Toro (Cronos), por ejemplo, está ahora a punto de estrenar en EE UU Mimic, una película de ciencia ficción pagada por los estudios de la Columbia. La Universal financió, por su parte, The Frighteners al neozelandés Peter Jackson (Mal gusto, Criaturas celestiales) y ahora le está financiando una versión de King Kong. Otro neozelandés, Lee Tamahori, consiguió hacerse un nombre con Once were warriors y luego los americanos le jencargaron el policíaco Mulholland, Falls. Ahora dirige Bookworm, basada en un guión de David Mamet.

Un ejemplo aparte lo representa John Woo, el maestro del cine de acción de Hong Kong que, en su arrollador intercambio cultural con Estados Unidos, ha realizado ya tres rentabilísimas películas, entre ellas Broken Arrow y la nueva FacelOff.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_