_
_
_
_
Tribuna:TEATRO: ANIVERSARIO DE LA SALA EL MONTACARGAS
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Diez añitos

Sus carteles incitan a pasar el río: El Montacargas, al otro lado del Manzanares, cerca del paseo de Extremadura, en la calle de Antillón -no era una isla de las Antillas grande, sino un ilustre español olvidado: Isidoro Antillón y Marzo, que luchó contra la esclavitud de los negros al empezar el siglo pasado, y luego fue un geógrafo muy ilustre-, ofrece teatro casi continuamente. En las carteleras anuncia tres o cuatro obras.Es un local estrecho y altoabajo hay un bar, vagamente bohemio; arriba, por una escalera empinada, una habitación que debió ser en tiempos lo que se llamaba alcoba a la italiana, o sea dos cuartos juntos, uno exterior como gabinete y uno interior para dormir; y ahora tiene a la italiana el breve escenario, negro y, desnudo. Llevan trabajando allí diez años, y los celebran. Casi -ahora- sin público: en las calles de allí se aparca sin la menor dificultad, porque la población está de vacaciones.

He visto ahora dos obras: una, dedicada a Juan Ramón Jiménez; la otra, a Boris Vian. Está bien, incluso muy bien, que se haga ese teatro en los barrios. Es un esfuerzo, es una inculturación en los lugares en los que nadie se suele ocupar de eso -quizá una parroquia, tal vez un municipal, pero con otros objetivos-, y este tipo de sala mantiene un teatro que por otras partes se desvanece.

Intimidad

Se podrá decir que no es verdadero teatro lo que yo he visto. Es igual: si pasa en un escenario, y hay palabras, y el público atiende, eso es teatro. Si el escenario permite incluso hacer una dramaturgia, por pequeño que sea, es teatro. Se gana en intimidad.La realidad invisible se dedica a Juan Ramón: se han elegido algunos de sus últimos versos puertorriqueños con otros anteriores. Amparo Plá los canta y los dice, y les da sentido, y se entienden y llegan. Joseje Cadabadas les pone la música y toca con la guitarra eléctrica. Yo preferiría que ella no llevara micrófono y él estuviera desenchufado; que se hiciera a la manera de La Argentina, sin necesidad de ser ella. El espacio lo permitiría. Pero también estos artistas van a otros. En todo caso, lo que yo preferiría es un asunto menor. Lo que veo y oigo me gusta.

Lo que he visto después también me ha parecido muy interesante: Mater paranoia, sobre textos de Borís Van, un monólogo que dice Aurora Navarro, que también ha hecho la dramaturgia: una madre asfixiante, una protectora de sus hijos, una especie de araña migale que va encerrándolos en su tela, que quiere encerrarlos en jaulitas para que no crezcan y no se expongan a la vida. El texto sigue siendo importante. Y la dirección, de Manuel Fernández Álvarez, da relieve a la interpretación y al espectáculo.

Los mismos diez años que el local los cumple su compañía titular, La Torre Infiel. Abnegados, valientes defensores de una forma de cultura en un rincón madrileño, entre viejo y nuevo, no deben conformarse sólo con su población y, en efecto, conviene pasar el río para verles.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_